Pues bien, muchos años después he tenido la oportunidad de subrayar estas mismas convicciones en Estrasburgo, en una sesión plenaria del Parlamento europeo. Con ocasión del debate previo a la Cumbre del Clima de Cancún me pronuncié el pasado mes de noviembre a favor de las propuestas europeas formuladas por la Comisión que consisten en preconizar los famosos “tres veintes” anunciadas en el documento “Una política energética para Europa” (del año 2007): reducción del 20% de los gases de efecto invernadero para el año 2020 frente a las emisiones de 1990; mejora de la eficiencia energética en un 20%; en fin, un aumento de la participación de las renovables en otro 20%.
Nadie negará que con esta feliz formulación se ha conseguido un expresivo resumen de por donde circulan las preocupaciones europeas, es decir la brújula de sus medidas políticas.
Pues bien, además de respaldar estas ideas, añadí:
“En relación con este debate hay que subrayar la importancia de las ciudades en la preservación del medio. Existe un Pacto entre más de mil alcaldes de la Unión Europea que demuestra la existencia de un reconocimiento del problema por parte de estas autoridades cuya actuación resulta determinante si queremos tener éxito. De nada valen las grandes palabras que utilicemos si no contamos con la colaboración de los alcaldes.
Para ello es muy importante que se divulguen las emisiones pues las ciudades producen casi el 80% de los gases de efecto invernadero. Hoy día no existe ni esta divulgación ni -lo que es peor- un patrón común para la medición de emisiones. Hay una organización sin ánimo de lucro, el CDP (Carbon Disclosure Project, Proyecto de Divulgación del CO2), que ya acoge la información de miles de empresas y que -pienso- podría ser utilizada también por los Ayuntamientos.
Sin su concurso -insisto- la actuación medioambiental se queda en humo. El humo del que precisamente nos queremos librar”.
No es frecuente que en el Parlamento europeo se oiga hablar de alcaldes y ayuntamientos. Fue una satisfacción para mí invocarlos en aquel tan solemne hemiciclo.
Pero lo cierto es que en el Tratado de Lisboa se ha consagrado ya un título a la energía y en él aparecen formulados, entre otros, el objetivo de “fomentar la eficiencia energética y el ahorro ...”.
Y a este fin se está disponiendo, desde las instituciones europeas, una amplia batería de medidas que traen causa, en parte, de los fines consignados en el segundo Libro Verde titulado “Estrategia europea para una energía sostenible” (2006). El primero sería el de la sostenibilidad, cambio climático y control de la demanda de energía; el segundo afectaría a la competitividad, apertura de mercados e incorporación de nuevas técnicas energéticas; el tercero es la seguridad del abastecimiento, la diversificación de las fuentes y el impulso de las energías alternativas.
Nada será posible, en efecto, sin el concurso municipal, terminal de todas las terminales, alfa y omega de las grandes magnitudes de la política energética europea. A mediados del siglo XIX escribía, subrayando la importancia de lo pequeño, ese hoy olvidado -pero interesante- intelectual francés que fue Edgar Quinet que “toda la inmensa Odisea gira en torno a la pequeña Ítaca”. Pues bien, de la misma forma, todos los afanes europeos serán espuma de las olas si los alcaldes no reman con vigor a favor de sus grandes designios.
Francisco Sosa Wagner
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