Se le atribuye a Otto von Bismarck una frase que hace patente esa “carga Administrativa“: “He vencido a los daneses, he vencido a los austríacos, he vencido a los franceses. Pero jamás he podido con la burocracia del Reich”.
El autor en dicho artículo aboga por la reducción de trámites, de requisitos. Sugiere posponer la presentación documental a la resolución del trámite, y no en el momento de la presentación. Así mismo, hace frente contra la rigidez de los procesos, la excesiva verticalidad de las organizaciones, el miedo al cambio, a la creación de reglas y requisitos no exigidos en la legislación. Como bien dice «Ninguna organización es más eficaz o productiva que sus procesos. La calidad de éstos determina la calidad de la organización y el grado de cumplimiento de su misión».
Sin duda, una Administración más efectiva favorece la competitividad de nuestras empresas, puesto que una actividad menos burocrática, lenta y farragosa permitiría reducir tiempos de espera y costes innecesarios, favoreciendo la optimización de la actividad económica privada. Y, en los tiempos de crisis económica, cualquier aliciente que favorezca la actividad económica de nuestras empresas, es fundamental. Puesto que si un Estado se rige por una Administración eficiente, el sector privado también lo será.
Es esta la filosofía que impulsó a la Unión Europea ya en el año 2000, mediante la Estrategia de Lisboa, a impulsar la modernización administrativa; puesto que es un elemento clave para que Europa lidere en actividad económica y en conocimiento, y que ha derivado en normas de entre las que podemos destacar la Directiva de Servicios 2006/12/CE, de 28 de diciembre, que ha dado origen a normas “tan valientes” como la Ley 17/2009, de libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio; o la Ley 11/2007, de acceso electrónico de los ciudadanos a los servicios públicos.
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