viernes, 30 de diciembre de 2011

Smart Cities o como avanzar a un mundo feliz


En este contexto de crisis económica surge lo “smart” como solución a casi todos nuestros problemas. Al parecer, nos encaminamos hacia un mundo smart, en el que todas las cosas que nos rodeen serán inteligentes y nos harán la vida mucho más cómoda y agradable. Es cuestión de tiempo. Los mejores centros de investigación de todo el mundo, junto con las grandes empresas de tecnología se afanan para que en un periodo de tiempo razonable habitemos en un entorno inteligente. O, al menos, en un entorno más inteligente que en el que ahora vivimos.Para describir este nuevo fenómeno se utiliza el concepto smart city o ciudad inteligente. De repente nos encontramos con que un buen número de ciudades aspiran a ser inteligentes y para demostrar su firme convicción empiezan por completar su nombre con el calificativo en inglés: smart. Proliferan, además, los congresos, jornadas, cursos y otros eventos difundiendo las bondades de la ciudad inteligente. Ha comenzado la carrera a ver qué ciudad es la más smart, con la consiguiente elaboración de distintos ranking para premiar a la ganadora. Por si fuera poco, ya hay quien se plantea emitir certificados para acreditar la inteligencia de las ciudades, previa superación, como es de rigor, de las pruebas pertinentes.
La prensa empieza a hacerse eco de esta nueva realidad e identifica las smart cities con un mundo feliz. En el suplemento de negocios del periódico el País del día 27 de noviembre aparece un extenso artículo que llevaba por título “Las ciudades inteligentes ya están aquí”, en el que cinco expertos reflexionan sobre las ciudades inteligentes. En ese mismo suplemento se incluye un artículo firmado por la consejera delegada de Siemens España, que bajo el título “El mañana sostenible de Danica” habla de la necesidad de ofrecer soluciones globales innovadoras y sostenibles para la gestión de las ciudades y concluye diciendo que “Sólo las ciudades que sean capaces de anticiparse a las necesidades futuras de sus habitantes ocuparan los primeros puestos en los rankings de la mejoras ciudades para vivir y tendrán un papel vital en el desarrollo económico mundial, lo que significa una mayor calidad de vida y oportunidades de desarrollo para los ciudadano. No debemos privar a nuestros hijos de la posibilidad de vivir en un mundo mejor”. Al parecer, ya tenemos nuestra utopia hacia la que avanzar.
Ante este nuevo fenómeno uno se pregunta qué hay realmente detrás de esta envoltura: ¿Es cosa de algunos humanistas –o lo que ahora se denomina pensadores sociales- teorizando sobre la ciudad ideal, como hicieran Platón y Moro? ¿Forma todo esto parte de una gran campaña de marketing promovida por un grupo de filántropos para hacernos soñar con un futuro mejor y para que olvidemos el duro presente? ¿Hay acaso un conjunto de empresas que bajo el eslogan publicitario “smart cities: hacer mas con menos” quieren vendernos sus productos y servicios?
Algo de todo esto hay en el fenómeno complejo de las denominadas ciudades inteligentes, como se puso de manifiesto en el Smart City Expo World Congress, celebrado en Barcelona los días 29 de noviembre a 2 de diciembre. En el origen de este fenómeno hay una investigación sobre los cambios en las ciudades y los problemas y oportunidades que estos cambios van a provocar. Un claro ejemplo es la línea de investigación que sigue el Senseable City Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que tiene por objeto la ciudad en tiempo real, mediante el despliegue de sensores que ofrecen información inmediata sobre todo lo que está pasando en la ciudad.
Hay también detrás del fenómeno de las smart cities importantes avances tecnológicos -en particular en todo lo relativo a las tecnologías de la información y la comunicación-, que aplicados a las infraestructuras y servicios urbanos ofrecen, se dice, una gestión eficiente de la ciudad. El fenómeno smart city tiene mucho que ver con los avances que se están produciendo en lo que se denomina la internet de las cosas (IoT), que consiste en la conexión a la red de todo tipo de dispositivos y objetos, generando e intercambiando información. Todo esto parece ciencia ficción pero al parecer no lo es.
Y detrás de este rótulo hay, indudablemente, oportunidades de negocios para algunas empresas. Las grandes empresas dedicadas a ofrecer aplicaciones y soluciones en tecnología de la comunicación –Telefónica, Cisco, IBM, Siemens, Indra, Atos … -, junto con otras empresas dedicadas a la ejecución de infraestructuras y a la prestación de servicios urbanos –Ferrovial, FCC, Urbaser, Agbar… – y algunas del sector energético –ENDESA, Repsol …-, se han dado cuenta de que las necesidades y problemas que tienen las ciudades pueden generar nuevas oportunidades de negocio.
El merito de estas empresas es hacer ver los grandes retos que tienen planteados las ciudades en este comienzo de siglo, creando la necesidad de afrontarlos para ofrecer a sus ciudadanos calidad de vida. El relato utilizado por estas empresas para que los poderes públicos y la ciudadanía tomen de conciencia de estos retos es ciertamente sugerente. Se habla de una nueva revolución urbana, de visión holística de la ciudad, de eficiencia, de sostenibilidad, de tecnología y conectividad, de gestión inteligente de infraestructuras y servicios urbanos, de colaboración público-privado como fórmula mágica, de liderazgo, de nuevos negocios y empleos… . En suma, se nos ofrece un mundo lleno de posibilidades: ciudades inteligentes para ciudadanos inteligentes. Véase, si no, el reciente estudio de la Fundación Telefónica titulado “Smart Cities: un primer paso hacia la internet de la cosas”.
Se nos dice que sólo las ciudades que encaren con decisión estos retos serán smart y obtendrán el correspondiente certificado de inteligencia. Hay que suponer que las demás seguirán siendo estúpidas y gestionando de forma torpe e ineficiente sus servicios. El dilema de las ciudades está servido: hacerse inteligentes y gestionar de forma eficiente los servicios para conseguir más con menos o quedar sumidas en la estupidez y seguir dilapidando con una gestión ineficiente los cada vez más escasos recursos económicos.
Ya hay experiencias piloto que se pueden tomar como referencia para que las ciudades avancen por la senda de la inteligencia. La ciudad japonesa de Yokohama demuestra su inteligencia combinado de manera efectiva diferentes tecnologías y mecanismos de toma de decisión para reducir emisiones de CO2 y su dependencia energética de los combustibles fósiles. Niza, por su parte, hace una apuesta inteligente por la gestión integral de la movilidad urbana, en la que están previstas diferentes intervenciones tanto en el transporte público (reducción del precio del billete, impulso a las bicicletas y coches eléctricos) como en el establecimiento de vehículos en la calle y la gestión del tráfico mediante la sensorización intensiva del entramado urbano.
En España no nos quedamos rezagados. Hay varias ciudades que están experimentando la aplicación de tecnologías innovadoras de la comunicación y la información en la gestión de las infraestructuras y servicios urbanos. Una experiencia interesante es la de Santander con el proyecto SmartSantander, que está sirviendo como laboratorio de ensayo para la aplicación de los avances tecnológicos relacionados con la Internet de las cosas (IoT) Para ello se han desplegado en determinadas zonas de la ciudad un conjunto de dispositivos (sensores, captadores, cámaras, terminales móviles…) capaces de ofrecer información durante las 24 horas del día: previsión meteorológica, medición de niveles de ruido y contaminación, tráfico… Esta extensa red informativa está gestionada por una plataforma capaz de almacenar de forma integrada y local los datos transmitidos. Toda esta información deberá servir para una mejor gestión de los servicios urbanos y para satisfacer las necesidades de los ciudadanos.
En Malaga, a través del proyecto smarcitymalaga, se apuesta por responder a los retos energéticos del siglo XXI, impulsando la eficiencia, las energías renovables, la utilización de las redes inteligentes (smart grids) y el uso del vehículo eléctrico. Se parte de una nueva concepción del negocio energético –que está por llegar-, basada en la gestión descentralizada y en la implantación de redes inteligentes, lo que permitirá la interacción con el cliente. El propósito final es reducir el consumo de energía en edificios y en el transporte, reducir emisiones de CO2 e incrementar el uso de energías renovables mediante la autogeneración para contribuir al objetivo del 20/20/20.
Es inevitable que algunas ciudades o municipios –o más bien sus gobernantes- tengan la tentación de utilizar esta etiqueta de moda para tapar un pasado reciente caracterizado por una gestión nefasta o como un simple recurso de markentig para su promoción, para lo que llevarán a cabo alguna actuación smart que se encargarán de difundir por todos los medios. Existe el riesgo de que se trivialice este fenómeno y que todas las ciudades y municipios cambien su denominación y la completen con el calificativo smart: smartPozondón, smartJadraque, smartUsón; smartMarcén… .
Pero no se puede desconocer que los avances tecnológicos que ahora se están experimentando y otros que, sin duda, irán surgiendo van a provocar y están provocando cambios importantes en el desarrollo de las ciudades. La aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación a las infraestructuras y servicios urbanos se llevará a cabo de la misma forma que se han aplicado estas tecnologías en las empresas para la mejora de los distintos procesos como la producción, relación con proveedores, relación con clientes… .
Cada ciudad, cada municipio, teniendo en cuenta sus necesidades y problemas, deberá trazar su propia senda buscando soluciones a medida para poder rentabilizarlas. Ello exige un diagnóstico o un análisis previo de la situación de las distintas infraestructuras y servicios urbanos –ciclo del agua, recogida y tratamiento de residuos, movilidad y transporte, alumbrado público, gestión de grandes equipamientos culturales y deportivos, medio ambiente… .- para poder valorar en cuál de ellas es razonable aplicar las innovaciones tecnológicas que permitan una gestión más eficiente y contribuyan a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Está claro que el contexto económico actual no parece el más propicio para financiar las inversiones necesarias para la instalación de estas tecnologías en las distintas infraestructuras y servicios urbanos. En algún caso se propone como solución que estas inversiones se financien con el ahorro de costes derivado de las mejoras introducidas en determinadas infraestructuras y servicios urbanos. Existen ya algunas experiencias de financiación de las mejoras con el ahorro de costes en la gestión del alumbrado público y de edificios públicos.
El Ayuntamiento de Alcorcón ha adjudicado la gestión integral del alumbrado público –que incluye el suministro de electricidad y la mejora, mantenimiento y reparación de todas las instalaciones- a la empresa de servicios energéticos ETRALUX, por un plazo de diez años. El precio que percibe esta empresa como contraprestación es un poco menor al coste que suponía para el Ayuntamiento el consumo eléctrico del alumbrado y el mantenimiento de las instalaciones antes de la adjudicación del contrato. De manera que la empresa de servicios energéticos amortizará las inversiones que se compromete a realizar con el ahorro que obtenga con las mejoras que introduzca en la gestión del alumbrado público. Por un modelo de gestión parecido ha optado Bilbao Kirolak (organismo municipal del Ayuntamiento de Bilbao encargado de la instalaciones deportivas), adjudicando la gestión energética integral de todas las instalaciones deportivas a la Unión Temporal de Empresas integrada por FERROSER –empresa filial de FERROVIAL- y TECMAN.
En fin, estas experiencias pueden servir de modelo para la gestión y financiación de otros servicios urbanos. No obstante, la aplicación de las nuevas tecnologías en las infraestructuras y servicios urbanos exigirán, sin duda, revisar los actuales modelos de gestión y financiación y también la forma de planificar la ciudad.
Pedro Corvinos Baseca

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