miércoles, 8 de febrero de 2012

El dilema ante un déficit que no cumpliremos


Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible, que dijo el torero sabio cordobés. No podremos cumplir el actual compromiso de reducción del déficit al 4,4% sobre el PIB, tal como ha estimado, entre otros, el propio FMI. La recesión que padecemos deprimirá los ingresos fiscales y hará que se incrementen los gastos anticíclicos como los del desempleo. La estimación de este objetivo se hizo sobre una recuperación de nuestra economía que, desgraciadamente, no disfrutaremos. En el actual panorama, plantear una reducción tan violenta sería algo así como una especie de suicidio económico a corto plazo que nos abocaría a una severa depresión. Y el que mejor lo sabe es el titular de Hacienda Cristóbal Montoro que ya pidió que se suavizara este objetivo, aunque fue inmediatamente matizado por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría que insistió que el gobierno cumpliría con su sacrosanto compromiso de reducción del déficit. El debate está servido.
¿Qué hacemos? ¿Nos inmolamos por la causa del 4,4% o renunciamos a ese objetivo para que nos sacrifiquen en la hoguera de los mercados y el diferencial de la deuda? Rajoy, fiel a su estilo, ha reiterado que España cumplirá con lo que ha establecido la Unión Europea, pero abriendo la puerta que nos puedan modificar las exigencias de déficit en función del nuevo escenario económico. En eso, tiene razón nuestro presidente. Una modificación por parte de la UE es la única carta que podemos jugar para intentar salvar nuestros maltrechos muebles. No podemos cumplir el actual objetivo, pero menos aún reconocerlo ante unos mercados sedientos de sangre.
¿Aceptará Merkel una relajación de las condiciones establecidas? No lo sabemos. Hasta ahora, desde luego, siempre ha sido muy remisa a permitir un solo paso atrás. A nosotros nos tendrían que autorizar más de uno para que tuviéramos al menos una posibilidad de supervivencia. Tenemos el sólido argumento de un nuevo escenario económico que nadie predijo. Es lógico que se reasignen objetivos en función de la compleja realidad que nos condiciona. Esperemos que encontremos aliados para nuestro objetivo irrenunciable.
Tendremos que afrontar el dilema más complejo. ¿Cómo reducir el déficit en un entorno recesivo sin cebarlo? Sólo nos queda la vía de las reformas para potenciar nuestra competitividad y la exportación. Pero el enfriamiento económico mundial también dificultará esta vía. Nadie, a día de hoy, puede vislumbrar cómo podremos superar esta situación. Estemos atentos a las decisiones europeas de estas próximas semanas. Si no conseguimos que nos relajen los objetivos de déficit, dispóngase a rezar, sea o no creyente. No nos quedarán muchas otras herramientas eficaces para evitar el colapso al que nos veríamos abocados.
Manuel Pimentel

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