lunes, 3 de septiembre de 2012

G de gasto

Supongo que casi todos coincidiremos en la opinión de que vivimos una profunda, extensa y dura crisis que, además de sus consecuencias económicas, tiene un elevado coste social. En tales circunstancias, abundan las opiniones y recomendaciones de todo tipo para superar la situación, algunas de las cuales tienen una evidente subjetividad y contenido ideológico, incluso envueltas en el ropaje de brillantes estudios académicos.
Posiblemente, la idea que genera más controversia es si tiene sentido el ajuste del gasto público o si, en estas circunstancias es mejor abordar políticas expansivas, es decir, de más gasto público para superar la crisis. No seré yo quien se atreva a participar en tan sesudo debate que, por otra parte, ha ocupado a muchos renombrados economistas desde Keynes hasta nuestros días. No. Pero sí tengo algunos datos que aportar y reflexiones que exponer, para que cada cual piense lo que mejor le parezca; por cierto, los datos son los publicados sobre los presupuestos, me temo que las cifras reales de ejecución sean peores y si se contabilizasen las facturas que las administraciones de todo tipo y color político guardan en los cajones, mucho peores.
1. Entre 2002 y 2010, el Presupuesto consolidado del Estado contemplaba un nivel de gasto público que ha pasado de 239.000 M. € a 386.000 M €; es decir, se ha multiplicado por 1,6, o si se prefiere, ha aumentado el 62%. El año pasado, cuando la situación ya se hacía insostenible y los acreedores empezaban a desconfiar de la capacidad de pago de España, el gasto público bajó un poco, cerrando el ejercicio en 363.000 M €; es decir, con gran esfuerzo, el Estado gastó ese año 23.000 M. € menos.
2. Esa elevada cantidad de millones de € se destinaba esencialmente a gasto corriente, o sea, de funcionamiento de la propia administración y trasferencias corrientes: por término medio, en el periodo considerado, el 76% del gasto público se dedicaba a operaciones corrientes; de esa cifra, las trasferencias a empresas y familias suponían unos 100.000 M € hasta 2008, y 145.000 el último trienio, en media, el 36% del gasto total.
3. Para inversiones reales, el presupuesto general del Estado ha destinado, en media, 11.600 M € que no es poca cosa, pero supone sólo el 3,7% de todo el gasto.
4. Para financiar el presupuesto de gasto, el Estado recauda de los contribuyentes una ingente cantidad de recursos por todos los medios que es capaz de imaginar; esencialmente, el impuesto sobre la renta de las personas físicas, el de sociedades, y el tristemente famoso IVA.
Por término medio, durante los últimos 10 años la recaudación de los impuestos directos (renta de las personas físicas e impuesto de sociedades) ha aportado al Tesoro Público 181.000 M €; en el momento álgido del ciclo, en 2008, recaudó 220.000 M €, pero desde entonces ha disminuido un 14% y el año pasado generó 189.700 M €, que es sólo un poco más que 10 años antes.
En cuanto se refiere a los impuestos indirectos, en el mismo período han aportado 44.000 M €; el máximo se alcanzó también en 2008 con 53.400 M €, pero desde entonces ha caído un 32% y el año pasado supuso tan sólo 36.000 M €.
5. El resto de partidas de ingresos del Estado (tasas, precios, trasferencias corrientes, ingresos patrimoniales, resultados de enajenación de inversiones reales, e ingresos de activos financieros) tenían muy poco peso en el conjunto total, aportando unos 27.000 M € anuales hasta 2008, y a partir de entonces una cantidad ligeramente superior, concluyendo el pasado ejercicio con 45.000 M €.
6. Cada uno de estos últimos 10 años, el Estado ha gastado mucho más de lo ingresado: hasta 2008 inclusive, cada año faltaban unos 32.000 M €, que en 7 años ha acumulado 320.000 M € de agujero; los tres últimos años el desequilibrio se ha acentuado, añadiendo otros 285.000 M € de descuadre; en total, sólo con estas magnitudes, desde 2002, el Estado ha gastado 605.000 M € más de lo ingresado.
Soy consciente de que tanto número provoca mareos en quien lo lee y pido disculpas por ello, pero creo que no hay más remedio que apoyarse en datos para opinar en un momento tan duro como el que vivimos. He manejado sólo las cifras públicas disponibles, sin entrar en la utilización real de semejante cantidad de dinero que, como frecuentemente vemos en los medios de comunicación, muchas veces ha sido, como poco, extravagante; me estoy refiriendo, por supuesto, al destino de algunas partidas incluidas en los gastos corrientes.
Yo creo que, con independencia de lo que eminentes investigadores puedan decir leyendo las cifras macroeconómicas y aplicando modelos de predicción, la situación de las finanzas públicas nacionales se puede resumir de una manera sencilla: la estructura del gasto público es insostenible; no se destina a inversión real de la que pudiera esperarse aportación al crecimiento de la economía, sino a gasto de operaciones corrientes; las cuentas están descuadradas y cada año más; y el resto del mundo no está dispuesto a seguir financiando esta situación. Aun aceptando que más gasto público generase más riqueza, que está por ver y demostrar, ¿quién y cómo lo paga? Nos guste o no, el camino que nos han marcado es el único que en estos momentos puede cerrar la hemorragia, y sentar las bases para que el enfermo empiece a recuperarse dentro de unos años.
Tomás García Montes

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