-Contratar una de las soluciones tecnológicas que cualquier empresa del sector ofrece.
-Utilizar una de las soluciones tecnológicas que determinados entes públicos facilitan.
- Crear y desarrollar su propia tecnología.
De todas estas opciones hay un camino que, a mi entender, no se debe tomar. La administración pública no debería crear y desarrollar sus propias soluciones tecnológicas. Siempre hay excepciones, pero la regla general debería ser no emprender el camino de “inventar algo que ya está inventado” y de “invertir recursos públicos en crear algo creado y desarrollado con recursos privados”.
La regla general debería ser que los ayuntamientos, diputaciones y demás entes públicos se centraran en: cómo prestar con eficacia, eficiencia y economía sus servicios públicos, en formato tradicional y en formato “electrónico”, en cómo controlar y evaluar lo que se está haciendo y en actuar en consecuencia.
¿Cuántas empresas privadas están desarrollando sus propias aplicaciones informáticas?. Cualquier empresario sensato se centra en su “core business” y externaliza aquello que no aporta valor a su negocio. Cualquier empresario sensato contrata las soluciones tecnológicas que necesita con las empresas del sector, no invierte sus recursos en crearlas y desarrollarlas. En muchas administraciones se ha seguido el camino contrario. A mi juicio, dos son los hechos que han propiciado esta tendencia:
1.) El fracaso en el que han acabado muchos de los contratos formalizados con los proveedores de soluciones tecnológicas.
2.) El aluvión de dinero que ha llegado vía los sucesivos planes aprobados para impulsar la implantación de la administración electrónica (“Plan Info XXI”, Plan eEurope 2000, Plan eEurope 2002, Plan eEurope 2005, “Ciudades Digitales”; “Ciudades Singulares”; “Ayuntamientos Digitales”; Plan de Acción sobre la Administración Electrónica i2010; … y hasta el 2º plan “E” indirectamente también destinó dinero para financiar actuaciones que tuvieran como objetivo dar cumplimiento al mandato de la Ley 11/2007, de 22 de junio.)
Estos dos hechos han propiciado que muchas entidades públicas se hayan encaminado a una especie de “autarquía” tecnológica en la búsqueda de la implantación de la administración electrónica. En el año 2013, este enfoque debería ser corregido y, a la hora de encarar la implantación de la administración electrónica:
1.) Aprender cómo se deberían contratar soluciones tecnológicas, qué cláusulas de deberían incluir en los pliegos y, luego, contratar las soluciones tecnológicas con empresas del sector.
2.) Utilizar la tecnología que se facilita para el cumplimiento de la administración electrónicas (la plataforma de contratación del Estado; SIGEM…). En el año 2013, los ayuntamientos, diputaciones y demás entes no deberían seguir creando y desarrollando sus propias soluciones tecnológicas porque:
- No le aporta ningún valor añadido.
- En términos generales, no tienen talento ni iniciativa para desarrollar algo equiparable a lo que hace el sector privado.
Así lo entendió la OECD en su informe “The Hidden Threat to E-Government: Avoiding large government IT failures” (Public Management Policy Brief -2001) cuando en su página 5 afirma que una de las razones del fracaso de la administración electrónica es la gestión de la tecnología cuando dice: “Most governments choose to procure large IT systems from private sector providers. The reasons are many and differ among countries and organisations,but include:
1.) competition between providers brings down the price of building systems;
2.) private sector providers are more innovative and have more qualified staff;
3.) the public sector should not produce what can be purchased from the private sector;
4.) the public sector should concentrate on its core business (which does not include building large IT systems).” Siempre hay excepciones, pero la regla general debería ser que la Administración Pública se centre en su negocio, que es prestar servicios públicos, y no en crear y diseñar aplicaciones informáticas, que es otro negocio y de otros. La tecnología que ofrece el sector privado es más innovadora y mucho más rentable que crear y desarrollar tecnología propia (cuidado con el “efecto estela”).
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