jueves, 6 de febrero de 2014

El mejor amigo del abogado: la intuición

    Derecho y Ordenamiento Jurídico son referencias tan serias y racionales que dejan poco espacio para la intuición. Sin embargo, el abogado es un profesional que se mueve en un entorno de incertidumbre que propicia el juego de la intuición. No se trata de la “corazonada” que consiste en la frívola ocurrencia, sino de la “intuición” como decisión inconsciente que fruto de la experiencia atesorada lleva a forjarse una concreta opinión o idea sobre su cliente, el pleito o su desenlace.
La explicación neurológica radica en el desarrollo evolutivo del ser humano en cuyo cerebro coexisten la mente consciente y racional ( lenta y reflexiva) con la mente inconsciente ( rápida e irreflexiva).  Curiosamente, los neurólogos afirman que en ocasiones, especialmente en situaciones de estrés o incertidumbre compleja, la prisa no es mala consejera  de manera que la respuesta correcta la ofrecen las primeras impresiones y los juicios instantáneos. El ejemplo típico para demostrar que la intuición supera a la razón consiste en la habilidad demostrada por el surfista que se enfrenta a infinidad de variables incontrolables (mareas, viento, olas cruzadas, profundidad,etc), e inaccesibles para ordenador y cabeza humana, y que sorprendentemente sobre las olas es capaz de controlar su rumbo y equilibrio mediante múltiples decisiones intuitivas apoyadas en sus miles de experiencias acumuladas.
De igual modo, cuando alguien salta precipitadamente para escaparse de un camión que se salta el paso de peatones, no le ha dado tiempo a pensar en el peligro que supone, su realidad, tiempo de llegada, daños posibles, etc. No. La mente inconsciente nos salva la vida, a costa de dejar congelada o aparcada la mente consciente, y nos hace sobrevivir.
  Esta larga introducción pretende sencillamente encuadrar el tema de la intuición de los abogados, o en otras palabras, si la experiencia en la abogacía proporciona un conocimiento intuitivo que facilita el éxito profesional, sin necesidad de detenerse en meditaciones y elucubraciones lentas y complejas.
 Me atrevo a aventurar que el abogado experto cuenta con un don tan valioso como conocer al dedillo el Derecho: una comprensión instantánea del tipo de problema a que se enfrenta, las fuerzas en liza y las variables procesales útiles. Veamos los distintos momentos en que juega la intuición del abogado.
1. Previamente recordaremos que la Real Academia de la Lengua Española, define la intuición como la “Facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento” ( o sea, algo distinto del “instinto” ( móviles o inspiraciones de las que no se percata quien lo aplica). Aquí están las situaciones del abogado ante el litigio, en que opera la intuición.
I.Cuando el cliente entra en el bufete
Una mirada al aspecto ( porte, vestuario y expresión facial) despierta en el abogado la intuición de si será un “buen cliente”, un “cliente difícil” o sencillamente “un caso perdido”. Tal intuición no es matemáticamente exacta pero el veterano por alguna extraña razón abriga una sensación que pocas veces falla. Y eso, sin que el cliente abra la boca.
No es una falacia. En Estados Unidos se ha estudiado este fenómeno en los vendedores de coches y curiosamente la impresión intuitiva a la sola vista de quien entra en la tienda sobre si comprará o no un coche, suele acertar en mas del 75 por ciento de las veces.
II. Cuando el cliente va exponiendo su caso
El abogado según va escuchando al cliente, de forma intuitiva y como un pintor impresionista va forjándose una intuición de si tiene o no la razón el cliente. Nada definitivo, claro, pero el sendero se va abriendo paso en su cerebro experto. Según el cliente va modulando el tono, alzándolo o suavizándolo; según rebusca documentación o según la cita; según habla del contrario y según confiesa lo que espera del posible pleito. De ahí, le brota al abogado la intuición de si se trata de un cliente con razón o un insensato, de alguien que merece ganar o de alguien que merece un varapalo.
 Esa opinión se abre paso en la mente del abogado de forma espontánea y clara, mientras mira con expresión de interés al cliente, mientras le escucha con atención y mientras se guarda su impresión para sí. Y decimos que se trata de una opinión intuitiva puesto que brota de su mente experta sin necesidad de consultar textos legales, sin haber examinado las pruebas y sin analizar vertiente procesal o sustantiva alguna. Ya habrá tiempo para eso y confirmar si la intuición era certera o fallida.
Al igual que procesalmente se maneja el “fumus boni iuris”, de la entrevista inicial con el cliente brota un fumus o aroma de buen o mal derecho. Ello con independencia de si el abogado asumirá o no el caso, decisión que será tomada bajo otros criterios.
III. Cuando el abogado decide entre las opciones procesales de ataque
     El abogado no siempre medita la estrategia con tablas de pros y contras, con estudio de todas las posibilidades hasta las últimas consecuencias. Hay muchas opciones y muchas veces toma el camino intuitivamente mas adecuado para el éxito:¿procedimiento especial de tutela de derechos fundamentales u ordinario, o ambos?; ¿ proponer una cuestión de inconstitucionalidad?, ¿pedir la acumulación, suspensión, exhortos u otras incidencias?, ¿pedir prueba  o renunciar a ella?,¿pedir peritos judiciales o ir con los propios?,etc.
  Lo suyo es que la idea brote de forma instintiva y luego meditarla en reposo, pero a veces la densidad de la agenda profesional o la distracción de la cuestión de fondo, llevan a que la decisión procesal se zanje rápida e intuitivamente.
IV. Cuando el  abogado se persona en la vista y se defiende (reflejos procesales) 
 Antes de enfrentarse el abogado en la vista oral a la otra parte, seguramente en la soledad del bufete o con el equipo que asiste, ya ha estudiado el asunto en clave teórica, reflexiva, consultando textos y formalizando elaborados escritos.
 Pero mas allá de los deberes procesales documentales hechos, cuando tiene lugar la fase procesal de la vista oral ante el juez, es un momento crítico en que la intuición se cotiza al alza pues manda mas que la razón. Bien está que el abogado lleve un guión, una minuta, una documentación primorosamente ordenada, o códigos de jurisprudencia de apoyo, pero lo que auténticamente pone a prueba al abogado son los “reflejos procesales” que le permitirán afrontar algo no previsto, dar jaque o enrocarse, en tesituras sin tiempo disponible para una reflexión profunda.
 Es el caso del abogado del demandado que escucha en plena vista oral un alegato nuevo que la demanda escrita se calló, o del abogado del demandante que se queda patidifuso al escuchar como la Administración se saca de la chistera una “coz procesal” ( el acto recurrido ha sido consentido y firme; cosa juzgada; falta de legitimación; caducidad de plazo,etc). O cuando el abogado contrario le hace una pregunta capciosa al testigo o al perito. O cuando el juez plantea la “tesis” sobre un motivo impugnatorio o de oposición nuevo que puede zanjar el litigio. O cuando se plantea sorpresivamente la petición de suspensión. Una vista oral es un potencial campo de minas y arenas movedizas, aunque puede ofrecer también oasis y lugares seguros.
 Estamos ante momentos críticos en el procedimiento judicial, donde como una partida rápida de ajedrez, el juez escucha el alegato y el contraalegato. Es cierto que no existe tiempo límite legalmente establecido para que el abogado pueda responder con lo que siempre cabe una breve meditación unida a una exposición pausada, pero lo cierto es que la dinámica de un procedimiento judicial está marcada por dos reglas: celeridad e improvisación, unidas a la palabra mas temible del foro: “ preclusión”. O nadas o te ahogas. O hablas o te retiras a lamer las heridas.
 Y ahí entra en juego la intuición y experiencia. Es el momento del abogado para dejar suelta la intuición e  invocar, con un rostro de sorpresa o indignado aquello de “ Indefensión”, “ Nos oponemos respetuosamente, señoría”, “ Que conste la queja…”… O ese espontáneo intento psicológico de captar la complicidad del juez, envuelto en falsa cortesía: “ Queremos creer que nuestro digno oponente no pretende con tan burda maniobra engañar a su señoría”, etc. O pedir la suspensión del pleito, o un receso para examinar con calma la sorpresiva prueba, etc.
Por lo que yo sé, la intuición ( nombre que debe darse a la “experiencia en pie de guerra”) opera muchísimo en los estrados y si une a la también intuitiva valoración psicológica de la personalidad del juez puede generar valiosas alegrías procesales.
V.  El canto del cisne de la intuición viene dado al término de la vista o tras la conclusión del procedimiento judicial
   Tras la refriega en la vista oral, una vez recogido el cartapacio y las notas, tras salir de la sala el abogado como luchador del ring ( satisfecho, agotado, sonado,etc), suele verse al cliente con el rostro preocupado que implora al abogado un pronóstico de desenlace.  Aquí el abogado tiene que tener lista una respuesta que valore y resuma toda la información del litigio, que tendrá que ser suficientemente tranquilizadora para el cliente como ambigua en su formulación, pues se trata de ser ecuánime y no es fácil. 
2.  En suma, las enseñanzas de la experiencia solo las proporciona la experiencia, y para que sean aplicadas de forma intuitiva requieren ser germinadas a golpe de actuaciones, emociones y sorpresas. Ahí está el genio del abogado, como el mandoble del guerrero que da la victoria: en el agridulce fruto de la experiencia en la abogacía. Todo lo que se vive con clientes, con asesoramientos y litigios, con victorias y derrotas, es el combustible forense que servirá de provecho o de escarmiento, pero siempre se almacena en algún lugar recóndito del cerebro ( los neurólogos lo fijan en el “hipocampo”) que será recuperado y usado de forma instintiva en el momento oportuno.
  Parafraseando al viejo Von Kirschmann podría decirse: ¡ Cuantas intuiciones mandan a la papelera cientos de manuales de Derecho!
 3.  Y es que un abogado que rechace la intuición como fuente de actuación posiblemente seguirá hojas de ruta trilladas, y será un abogado previsible, lo que puede ser fatal cuando hablamos de la “lucha” litigiosa.
 Tomemos la caricatura de los casos extremos. Hay abogados que aplican el “piloto automático” a todo litigio: toman formularios, consultan la Ley y olvidan la jurisprudencia, desdeñan salirse del guión, cortan y pegan lo que les dio éxito en el pleito anterior, optan por el silencio o la pasividad si hay sorpresas procesales, etc.
  Y hay abogados que “practican parapente” pero con paracaídas, o sea, su trayectoria es imprevisible, toman mucha altura y consiguen llegar lejos y aterrizar en sitios inaccesibles. O estrellarse.
 Como siempre, en el medio está la virtud.
Lo cierto es que llámese intuición, olfato o experiencia, es una virtud importante para el éxito.
Paradójicamente el abogado ha de utilizar la razón para luchar contra la “intuición de abogados que no han estudiado Derecho” en forma de amigos, ociosos y salvapleitos que en una tertulia, la calle o en la barra del bar, suelen “calentar” al cliente para decirle que tiene razón, que su abogado no sabe, que trabaja lento, que ellos tienen la solución,etc.
 4. Y para terminar, permítaseme en clave de humor, señalar los dos momentos en que mas útil es la intuición del abogado.
 Cuando tras escuchar al cliente exponer su caso, el abogado aplica su intuición sobre la cuantía de la provisión de fondos o la estimación de sus honorarios.
 Y cuando tras ultimarse el litigio y cobrar sus honorarios, el abogado aplica nuevamente su intuición sobre si el cliente volverá a llamar a su puerta o si pondrá los pies en polvorosa.
 5.  Así y todo, quienes manejamos esa arcilla moldeable que es el Derecho, sabemos como abogados o jueces, que pese al juicio tan intuitivo como inevitable sobre si un asunto cuenta con la razón jurídica o no, siempre es conveniente el sabio dicho de “consultarlo con la almohada” que en versión práctica supone no dejarse llevar por la ciega intuición sin haber “rumiado” el caso y confrontado con la ley vigente, la doctrina o la jurisprudencia, pues las sorpresas nos las hemos llevado todos en la práctica. No en vano me decía un amigo que el Derecho Administrativo es como un saco de cristales donde si metes la mano es fácil que la saques sangrante o herida, por lo que bien está manejarlo con cuidado, reserva y protección.
Y por eso se hace necesaria la serenidad y refrenar el ímpetu intuitivo al ofrecer una opinión sobre caso administrativo,como me atreví a recomendar tanto a los abogados  en mis “Veinte reglas de oro para ganar un juicio contencioso-administrativo”  como a los jueces en las “Cuarenta cosas que debería pensar todo juez antes de dictar sentencia”.

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