miércoles, 17 de septiembre de 2014

Loterías, tabaco y otras vergüenzas

Este Estado paupérrimo que no supo nunca de dónde rascar ingenió pronto un bonito sistema recaudatorio, un sistema limpio de polvo y paja mediante el cual iba a obtener, además de forma voluntaria,  suculentas cantidades de dinero. La Lotería. El sistema data de Carlos III, al parecer se importó de Nápoles y pronto devino en un apreciable sistema de allegar fondos al Fisco. Qué mejor modo de recaudar que prometer hacer rico a quien la Diosa Fortuna designase bajo el cebo de la codicia, cualidad únicamente humana. No haremos historia de la Lotería, bastante se ha escrito ya y no me parece un tema ameno. Cualquier puede encontrar información fácilmente y baste decir que el invento comenzó en 1771 reinando Carlos III y desde entonces no ha desaparecido, ni siquiera en la Guerra Civil, en la que hubo una Lotería en cada bando. La Instrucción de la Lotería Nacional de España de 25 de diciembre de 1811, ya decía que “Las Cortes Generales y Extraordinarias de la Nación, enteradas del proyecto de Lotería que debe denominarse Nacional y que ha de ser igual a la que hace muchos años se halla establecida en Nueva España; se sirvieron autorizar al Consejo de Regencia de España e Indias para que lo llevase a efecto (…). En consecuencia, S. A., considerando que este puede ser un medio de aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes, y atendiendo a que los fondos que se versen en este juego, sean manejados con fidelidad, sin agravio ni perjuicio del público interesado; para que estos fines se consigan, ha tenido por conveniente autorizar con su suprema aprobación a los señores D. Antonio Romanillos, Ministro decano del Consejo Supremo de Hacienda, y D. Ciriaco González Carvajal, del Consejo y Cámara de Indias, para jueces conservadores del establecimiento”.
De este modo, lo que me pregunto es si la Lotería es un método recaudatorio moral o inmoral. Sabido es que lo legal no necesariamente coincide siempre con lo moral. Así, entre los primeros cristianos prestar dinero con interés se consideraba inmoral y se calificaba de usura y sin embargo el sistema bancario desde sus inicios se basa en los llamados rendimientos  del capital. Alguien con posibles acumula dinero que luego presta a terceros a cambio de que se lo devuelvan con los intereses que se hayan pactado. Es el fundamento del sistema capitalista. Por lo tanto, lo que se consideró inmoral en un principio, no sólo era legal sino que además era el pilar del progreso económico.
Y ¿qué ocurre con la Lotería? Conceptualmente la cuestión es sencilla, se venden participaciones que son simples probabilidades  de enriquecerse. El jugador paga por  participar en un sistema que podría –remotamente- hacerle rico para escapar de la maldición divina del Génesis [3,19] “… y ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Obviamente, ya se sabe el dicho, “siempre gana la banca”, es decir el que organiza el tinglado es el que verdaderamente tiene el negocio. Lo perverso es que sea el propio Estado el que instaure un sistema basado en explotar el humano instinto de la codicia,  o lo que es lo mismo, como en tantas otras cuestiones, el fin justifica los medios. Qué listo y qué realista era Maquiavelo cuando formuló el aserto. La justificación en la Razón de Estado que enunciaron insignes filósofos del derecho.
Si uno acude a la página web oficial de las Loterías del Estado (http://www.loteriasyapuestas.es/es ) se puede comprobar que sólo en el sistema oficial hay nada más y nada menos que NUEVE juegos: Lotería Nacional, La Primitiva, Euromillones, El Gordo de la Primitiva, Bonoloto, Quinigol, Lototurf, Quíntuple Plus y La  Quiniela. Debo reconocer que salvo que la Lotería, la Quiniela y la Primitiva,  desconozco cómo se juega al resto. Así pues, el Estado,  lejos de promover un sistema de valores basado en el esfuerzo y en el justo reparto de beneficios y cargas, sigue apostando –nunca mejor dicho- por rascar el bolsillo al pobre desgraciado, porque son las clases bajas y medias quienes para salir de pobres  arriesgan su limitado dinero en un juego kamikaze. Si tuviésemos en cuenta que la posibilidad de ganar el primer premio de la Primitiva es de 1 entre 13.983.816, en el Euromillón de una entre 76.275.360 o en la Quiniela de una entre 4.782.969, es probable que muchos guardasen su euro para cosas más útiles como comprar el pan o la leche. Obviamente los ricos no necesitan jugar, salvo aquellos que curiosamente ganaban el premio gordo de la Lotería incluso sin jugar, alguno de ellos (un presidente de Diputación) hasta cinco veces seguidas.
Por si era poco el afán recaudatorio, ahora los premios también pasan por la caja de la declaración de rentas. Es decir, resumidamente, el Estado, directamente, se queda con el 45 % de lo recaudado (destina el 55 % a premios), con los premios no repartidos y ahora con retenciones e impuestos sobre los premios: el 20 % directo. Hacienda siempre gana.
Así que es el propio Estado el que explota la miseria humana sin tener en cuenta valor alguno. Como los ingresos que se obtienen de la venta del tabaco a costa de la salud del adicto. Los cigarrillos pagan un 57 % del precio y además 8,20 € por cada mil unidades, en total llega al 80 %. Primero crea adictos a quienes esquilmar, eso sí, lavando la conciencia con campañas sobre lo malísimo que es fumar y para más inri creando sentimientos de culpa al fumador de lo que cuestan sus enfermedades, derivadas de un infame vicio al sistema público de salud. Pero echemos unas pequeñas cuentas. Si un paquete pongamos que cuesta 4,5 €, y uno fuma un paquete diario, desde los 18 hasta los 58 años en que puede que tras muchos sufrimientos lo deje  si es que lo hace, y suponiendo que sea un 80 % de impuestos lo que ha pagado al fisco en sus 40 años de fumador la cuenta es de 3,6 x 30 x 12 x 40 = 51.840 €.  Si son 50 años, 64.800 €.  Sin más comentarios. Me imagino en los Consejos de Ministros discutiendo al Ministro de Hacienda y al de Sanidad, llegando a acuerdos que permitan que la gente no se muera mucho y recaudar al mismo tiempo el máximo.
Así pues y como vemos el sistema de provisión de fondos al Fisco no parece que promueva valores sociales de convivencia ni de salud. Si fuéramos un poco más conscientes adoptaríamos otra actitud.  Claro que entonces sería quizás porque también seríamos ricos y no necesitaríamos soñar con una futura vida más fácil jugando a la Lotería  o porque no hubiésemos sucumbido a la tentación de una nefasta adicción de la que es muy difícil desengancharse. O porque viviríamos en un Estado que promoviese valores morales sanos.
  Ignacio Pérez Sarrión

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