miércoles, 24 de febrero de 2010

La administración local debe liderar el futuro


Vivimos tiempos complejos para la administración local. Una etapa en la que, desde las ciudades, debemos hacer frente a los retos de la globalización. Desafíos de carácter global que inciden directamente en el día a día local y a los que ahora se han añadido los efectos de la crisis económica.
En este contexto, los municipios pueden y deben jugar un papel que, desde mi punto de vista, no debe ser ni pasivo ni secundario. Todo lo contrario: los pueblos y ciudades somos imprescindibles para afrontar el futuro con garantías de éxito. Debemos tener un papel activo tanto frente a las dificultades del presente como en la configuración de nuevos escenarios de crecimiento y de mayores oportunidades de futuro.
Una actitud que no es nueva para nuestros pueblos y ciudades. Del mismo modo que en los últimos años el municipalismo ha tenido un peso destacado en la construcción del bienestar y la convivencia del país, ante las dificultades actuales la administración local debe volver a liderar el futuro desde la proximidad y el conocimiento cercano de las necesidades y los problemas de la ciudadanía.
Así lo hemos entendido en Barcelona, donde el liderazgo municipal está siendo clave en la respuesta a la crisis. ¿Cómo lo estamos haciendo?
En primer lugar, con una apuesta incondicional por unos nuevos patrones de crecimiento. Una opción por la que nos decidimos hace algunos años, cuando el modo de crecer que imperaba en la mayoría de municipios era muy diferente. Entonces fue una opción arriesgada, que nos condujo a un crecimiento más sostenido. Ahora, en cambio, empezamos a recoger sus buenos resultados.
Y, en este sentido, Barcelona avanza en la generación de espacios y oportunidades para la nueva economía, un reto que otras ciudades se comienzan a plantear justo en estos momentos. Es, por ejemplo, lo que estamos haciendo con el 22@ o la nueva Zona Franca: dos emblemas de la nueva economía en la ciudad. Espacios industriales del siglo XX que estamos transformando y dotando para la atracción de sectores de la economía de la creatividad y el conocimiento, así como para la generación de nuevos puestos de trabajo.
En segundo lugar, a través de una gestión eficiente y rigurosa que nos ha permitido reducir deuda cuando crecíamos y que, ahora que el sector privado da muestras de debilidad, nos permite grandes inversiones. Somos solventes y ello nos ha permitido llevar a cabo la mayor inversión de la historia de la ciudad, precisamente, en momentos de crisis.
Y, en tercer lugar, sin renunciar a la proximidad. Un valor del que ninguna ciudad debería desprenderse y que nos permite conocer de primera mano, en el lugar y en el momento en que pasan las cosas, las demandas y necesidades de los ciudadanos y las ciudadanas. Un instrumento que, además, nos hace más ágiles en la toma de las decisiones y en la resolución de los problemas.
En Barcelona creemos firmemente en la proximidad y, por ello, la estamos reforzando a través de la creación de los nuevos técnicos de barrio. Ellos son nuestras antenas en las calles y plazas de la ciudad; ellos tienen la misión de acercar el ayuntamiento a la ciudadanía pero, sobre todo, de escuchar a los ciudadanos y a las ciudadanas.
En definitiva, para Barcelona la respuesta a los retos actuales y a las oportunidades del futuro está clara: proactividad, solvencia y proximidad. Tres elementos que deben caracterizar a una administración local necesariamente fuerte si queremos un país preparado y capaz en el escenario global posterior a la crisis.

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