En la vecina Italia, el Presidente del Tribunal de Cuentas, Tullio Lazzaro, en la conferencia de prensa que siguió a la inauguración del año judicial el pasado 17 de febrero, explicó que la corrupción en la esfera de las Administraciones Públicas se ha convertido en un auténtico “tumor maligno”. Sobre Italia, destacó, se cierne “una especie de sombra o niebla que envuelve el tejido vital del país”. Y lamentó, igualmente, la carencia de “anticuerpos” para hacer frente desde la Administración Pública a las conductas individuales que “ofuscan la imagen del Estado”. Precisamente, uno de los mayores focos de corrupción se encuentra en las obras públicas. Estos anuncios sugieren algunas reflexiones.
Destacó el Tribunal de Cuentas italiano que se produce un enorme derroche de fondos públicos en el terreno de las obras públicas: obras no terminadas, obras inutilizadas e inservibles por su construcción incorrecta, modificados de obra continuos que inflan los presupuestos de las obras, etc. Todo ello es una muestra clara de pésima gestión pública, ineficacia y gastos inútiles a costa del erario público, fondos que terminan por caer en manos privadas y tramas organizadas de poder.
Estas denuncias del Tribunal de Cuentas italiano bien debieran hacernos reflexionar sobre las prácticas que también abundan por nuestras tierras. En el ámbito de la Administración Local, Administraciones que gestionan una parte importante de obra pública, creo que son evidentes las muestras de malas prácticas, de torpeza en el gasto público y de derroche inútil en muchas ocasiones. Todos conoceremos la típica avenida o plaza de nuestro pueblo o ciudad que se levanta de forma periódica y anual para realizar obras de adecuación o mejora, obras que se suceden casi de forma ininterrumpida. O la plaza que recién inaugurada se vuelve a levantar para construir un aparcamiento subterráneo, pongo por caso. ¿Ausencia de previsión o previsiones lucrativas intencionadas? Junto a esas decisiones de opción del gasto se suman las irregularidades que salpican la contratación administrativa en no pocas ocasiones. Por supuesto que no toda la obra pública se encuentra corrompida, pero hay que reconocer que constituye un foco importante de malas prácticas y de derroche de los fondos públicos.
Uno de los problemas fundamentales que contribuye a agravar decisivamente el “tumor maligno” lo representa, precisamente, y como bien destaca Tullio Lazzaro, la carencia de “anticuerpos” en la propia Administración. La progresiva desarticulación de los cuerpos funcionariales, su degradación en todos los aspectos, y el recurso sistemático a la contratación externa de servicios y funciones fundamentales que debieran ser realizadas por funcionarios se ha dirigido a ello. El control interno (estable, y no sujeto a los vencedores en cada elección) es imprescindible, ejerciendo una labor preventiva fundamental. Un ejemplo claro lo representan los funcionarios con habilitación de carácter estatal, introducidos en España precisamente para poner coto a prácticas caciquiles locales desde el Estado. Progresivamente, sin embargo, se han reducido y desarticulado sus medios de control, desapoderándolos poco a poco. Uno de los medios de lucha efectivos contra la corrupción pasa, precisamente, por reforzar estos controles internos administrativos. Creo que el aviso desde Italia debiera hacernos reflexionar muy seriamente al respecto. La legitimidad del sistema es la que se halla en juego.
Estas denuncias del Tribunal de Cuentas italiano bien debieran hacernos reflexionar sobre las prácticas que también abundan por nuestras tierras. En el ámbito de la Administración Local, Administraciones que gestionan una parte importante de obra pública, creo que son evidentes las muestras de malas prácticas, de torpeza en el gasto público y de derroche inútil en muchas ocasiones. Todos conoceremos la típica avenida o plaza de nuestro pueblo o ciudad que se levanta de forma periódica y anual para realizar obras de adecuación o mejora, obras que se suceden casi de forma ininterrumpida. O la plaza que recién inaugurada se vuelve a levantar para construir un aparcamiento subterráneo, pongo por caso. ¿Ausencia de previsión o previsiones lucrativas intencionadas? Junto a esas decisiones de opción del gasto se suman las irregularidades que salpican la contratación administrativa en no pocas ocasiones. Por supuesto que no toda la obra pública se encuentra corrompida, pero hay que reconocer que constituye un foco importante de malas prácticas y de derroche de los fondos públicos.
Uno de los problemas fundamentales que contribuye a agravar decisivamente el “tumor maligno” lo representa, precisamente, y como bien destaca Tullio Lazzaro, la carencia de “anticuerpos” en la propia Administración. La progresiva desarticulación de los cuerpos funcionariales, su degradación en todos los aspectos, y el recurso sistemático a la contratación externa de servicios y funciones fundamentales que debieran ser realizadas por funcionarios se ha dirigido a ello. El control interno (estable, y no sujeto a los vencedores en cada elección) es imprescindible, ejerciendo una labor preventiva fundamental. Un ejemplo claro lo representan los funcionarios con habilitación de carácter estatal, introducidos en España precisamente para poner coto a prácticas caciquiles locales desde el Estado. Progresivamente, sin embargo, se han reducido y desarticulado sus medios de control, desapoderándolos poco a poco. Uno de los medios de lucha efectivos contra la corrupción pasa, precisamente, por reforzar estos controles internos administrativos. Creo que el aviso desde Italia debiera hacernos reflexionar muy seriamente al respecto. La legitimidad del sistema es la que se halla en juego.
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