lunes, 15 de febrero de 2010

La Hora de la Responsabilidad

No se trataba tan sólo de la burbuja inmobiliaria. Ni siquiera del tsunami financiero internacional, que tantas economías y haciendas devastara. No. Nuestro problema era aún más grave, y se encontraba oculto en lo profundo de nuestras entrañas. Otros países con un peso de la construcción similar al nuestro o tan dependientes de la financiación han sufrido mucho, pero comienzan a salir. Nosotros hemos padecido por igual, pero hemos creado el doble de desempleo y presentimos que aún nos queda mucho dolor por delante. Otros ya tiran y nosotros seguimos hundiéndonos… ¿por qué? No nos vale la respuesta fácil de responsabilizar en exclusiva a la especulación de constructores y financieros. Desgraciadamente, el problema es todavía más profundo. Otros la sufrieron en mayor grado y comienzan a recuperarse.

Tampoco podemos cebarnos en exclusiva en la actuación del gobierno. Es cierto que está resultando del todo deplorable, pero si nos creemos que toda la culpa la tiene Zapatero y su mediocre equipo volveremos a equivocarnos. Hemos tenido mala suerte con los gobernantes del momento: su pésima gestión nos resta crédito internacional y ceba la desconfianza interna. Pero el resto de los partidos tampoco están a la altura de las excepcionales circunstancias por la que atravesamos. Asistimos atónitos a una dinámica suicida de nuestro sistema político, ensimismado en egoístas cálculos electorales y alejado por completo del sufrimiento popular.

Por supuesto que las burbujas financieras e inmobiliarias, que la mala gestión del gobierno y que una desconcertante dinámica política son en gran parte culpables del marrón que nos comemos, pero las responsabilidades van mucho más allá. Comienzan y terminan en cada uno de nosotros. Todos hemos sido cómplices necesarios en la orgía de la deuda y el consumo, nos hemos relajado en nuestra productividad, nos hemos alejado de conceptos como esfuerzo, sacrificio, excelencia, austeridad y superación tanto en nuestro sistema educativo como en nuestra propia vida profesional y empresarial. Nos quejamos de la falta de confianza, cuando en verdad deberíamos decir de responsabilidad. Sin responsabilidad individual, colectiva y pública, no se podrá generar la confianza que precisamos para remontar.

La próxima marejada será la municipal, y tendremos que plantearnos la cuestión de la responsabilidad. Muchos de nuestros ayuntamientos están en la quiebra. Piensan que Papá-Estado vendrá a salvarlos, pero se equivocan. Tendrán antes que hacer la tarea en casa, y conocerán del padecimiento y del crujir de dientes. ¿Han sido responsables los alcaldes? ¿Han ajustado sus plantillas según un criterio profesional, convocando oposiciones justas o han engrosado su nómina con fieles y simpatizantes de dudosa capacitación? ¿Han sido responsables los sindicatos locales? ¿Son exigentes en productividad y eficiencia o encubren hábitos relajados y alejados del espíritu del servicio público? ¿Se tiene en cuenta el interés colectivo a la hora de negociar los convenios? ¿Están los sueldos en consonancia con las horas efectivamente trabajadas? Podríamos continuar con las interrogaciones. Unos habrán hecho bien las tareas y otros muchos no. La realidad y el vecindario los juzgará según se merecen, pero convendremos que el listón de responsabilidad ha estado muy bajo. Ni nos la exigíamos a nosotros, ni mucho menos a los demás. Así nos ha ido.

Hasta aquí hemos llegado. Llega la hora de comenzar a cambiar España S.A. y debemos comenzar por nosotros mismos. Somos los principales responsables. Una vez que lo consigamos tendremos fuerza moral para exigirle responsabilidad a los demás.

Saldremos refortalecidos de esta. Existe un vigoroso latido vital bajo esta España que sufre y padece. Encontraremos la manera de canalizar la energía que irresponsablemente dispersamos. Desgraciadamente, todavía tendremos que sufrir mucho hasta aceptar, con todas sus consecuencias, que el futuro se conjuga en clave de una responsabilidad que comienza por nosotros mimos.

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