Estas y otros muchos comentarios y noticias que se pueden oír en la prensa hablada y escrita, casi a diario, le hacen a uno preguntarse, desde la más absoluta simpleza y desconocimiento macroeconómico, ¿quiénes son los mercados?.
¿Quiénes ostentan tal poder que, a pesar de la crisis que nos invade, siguen repartiéndose beneficios, fruto de la especulación, y se permiten atacar, económicamente hablando, a países enteros, al más puro estilo carroñero, aprovechándose de su debilidad y pasándose por el arco del triunfo cualquier atisbo de soberanía popular?.
Parece ser que en España la crisis ha generado 16.000 ricos más que en 2008, según un informe realizado por Merrill Lynch Global Wealth Management y Capgemini que señala que «el número de particulares con patrimonios elevados en España -activos de inversión mínimos de un millón de dólares excluyendo de primera vivienda y consumibles-, creció en esta cifra a lo largo de 2009».
Los bancos que cotizan en el Ibex repartirán entre sus accionistas 7.600 millones de euros como retribución con cargo al ejercicio 2009. Es cierto que la cifra supone una rebaja del 12% frente a los 8.580 millones distribuidos en 2008.
¿Pero no han tenido los Bancos Centrales que inyectar fondos públicos en la banca privada para solventar sus problemas de liquidez?.
Del último trabajo de los académicos estadounidenses Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, según el artículo de A. Bolaños (El País 01/02/2009), se extrae la conclusión de que «las crisis bancarias devienen, sin remisión, en una explosión de gasto público. Los investigadores calculan que, de media, “la deuda pública aumenta un 68% en los tres años posteriores a una crisis bancaria”. Una estimación que, en el caso español, se ajusta como un guante a las previsiones del Gobierno. “Invariablemente se produce una caída de la recaudación fiscal, así como un incremento significativo del gasto público”».
Y ahora el déficit público, en cuyas causas, no tengo duda, influyen otras cuestiones como, por ejemplo, la falta de rigor y de prudencia de la clase política a la hora de endeudarse, lo tenemos que pagar entre todos los empleados públicos, los pensionistas y todos los trabajadores afectados por la reforma laboral.
¿Pero esto, según propugnaban algunos bienintencionados, no íbamos a arreglarlo entre todos, pues no en balde todos éramos culpables de no habernos negado a que se nos concedieran préstamos y no haber previsto que los tipos de interés subirían? -a quién se le ocurre creerse que todos saldríamos beneficiados de la bonanza económica -.
Sin embargo, no parece que esto, si es que tiene arreglo, lo vayamos a lograr con el esfuerzo de todos. Como siempre unos arriman más el hombro que otros y algunos hacen gala de un poder que escapa a las reglas y a los principios de la sociedad democrática.
Ni tan siquiera Estados Unidos y la Unión Europea, de común acuerdo, han sido capaces de imponer una tasa a la banca que pretendía contribuir a un reparto equitativo del coste de la crisis financiera y a una mayor estabilidad del sistema, en palabras del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
En nuestro país no termina de arrancar el famoso impuesto extraordinario que va a crear el Gobierno para los patrimonios que superen el millón de euros, inspirado en el Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna vigente en Francia, aunque se anuncia su entrada en vigor para el año 2011.
La Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE) denuncia el "escandaloso trato de favor" que, en su opinión, se está dando a los presuntos defraudadores titulares de cuentas opacas en Suiza, ya que critican que la Agencia Tributaria, en lugar de haber iniciado inspecciones de estos contribuyentes o, en su caso, haber puesto en conocimiento del juez los presuntos delitos cometidos, "ha requerido" a estas personas para que presenten declaraciones complementarias y "con ello eviten su responsabilidad penal".
Sinceramente no termino de entenderlo o mejor dicho no me gusta lo que veo. Se adoptan drásticas medidas para intentar salir de una crisis a la que parece que algunos ni tan siquiera se han asomado y da la sensación de que estos poderes ocultos se mueven como pez en el agua, aunque vengan agitadas, al menos para las clases menos favorecidas, paganas de los despropósitos que hemos vivido.
El economista austriaco Schumpeter afirmaba, con motivo de la crisis de 1929, que el capitalismo se nutre de ellas para desarrollarse y que una crisis siempre suponía una destrucción creativa.
El problema es que estos alardes de imaginación creativa siempre apuntan en la misma dirección. Se impone la reducción de los gastos sociales para poder mantener a flote unos mercados que responden a intereses muy particulares y especulativos, bastante alejados del principio de creación de riqueza para la sociedad.
Por eso creo que se impone la necesidad de que los ciudadanos no preguntemos quiénes están detrás de estos mercados, qué poder tienen para imponer sus intereses al resto de la sociedad y, en definitiva, por qué los representantes de las soberanías nacionales no pueden o no quieren atajar los desmanes que en nombre del sistema financiero nos vemos abocados a sufrir.
Se dice que los mercados reaccionan muy mal antes las medidas de control, pero lo que está encima de la mesa es una batalla entre los poderes políticos y los especuladores.
Puede parecer utópico, pero en manos de la ciudadanía está el decidir, en el seno del juego democrático, si es preciso adoptar medidas intervencionistas que salvaguarden el estado de bienestar social para todos y no solo para unos pocos y, egoístamente, si prefiere vivir en un mundo disfrazado de oropeles que, antes o después exige su peaje, o, decididamente, apuesta por unos valores solidarios que a todos nos beneficiaran en mayor o menor grado.
Jesús Santos Oñate
¿Quiénes ostentan tal poder que, a pesar de la crisis que nos invade, siguen repartiéndose beneficios, fruto de la especulación, y se permiten atacar, económicamente hablando, a países enteros, al más puro estilo carroñero, aprovechándose de su debilidad y pasándose por el arco del triunfo cualquier atisbo de soberanía popular?.
Parece ser que en España la crisis ha generado 16.000 ricos más que en 2008, según un informe realizado por Merrill Lynch Global Wealth Management y Capgemini que señala que «el número de particulares con patrimonios elevados en España -activos de inversión mínimos de un millón de dólares excluyendo de primera vivienda y consumibles-, creció en esta cifra a lo largo de 2009».
Los bancos que cotizan en el Ibex repartirán entre sus accionistas 7.600 millones de euros como retribución con cargo al ejercicio 2009. Es cierto que la cifra supone una rebaja del 12% frente a los 8.580 millones distribuidos en 2008.
¿Pero no han tenido los Bancos Centrales que inyectar fondos públicos en la banca privada para solventar sus problemas de liquidez?.
Del último trabajo de los académicos estadounidenses Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, según el artículo de A. Bolaños (El País 01/02/2009), se extrae la conclusión de que «las crisis bancarias devienen, sin remisión, en una explosión de gasto público. Los investigadores calculan que, de media, “la deuda pública aumenta un 68% en los tres años posteriores a una crisis bancaria”. Una estimación que, en el caso español, se ajusta como un guante a las previsiones del Gobierno. “Invariablemente se produce una caída de la recaudación fiscal, así como un incremento significativo del gasto público”».
Y ahora el déficit público, en cuyas causas, no tengo duda, influyen otras cuestiones como, por ejemplo, la falta de rigor y de prudencia de la clase política a la hora de endeudarse, lo tenemos que pagar entre todos los empleados públicos, los pensionistas y todos los trabajadores afectados por la reforma laboral.
¿Pero esto, según propugnaban algunos bienintencionados, no íbamos a arreglarlo entre todos, pues no en balde todos éramos culpables de no habernos negado a que se nos concedieran préstamos y no haber previsto que los tipos de interés subirían? -a quién se le ocurre creerse que todos saldríamos beneficiados de la bonanza económica -.
Sin embargo, no parece que esto, si es que tiene arreglo, lo vayamos a lograr con el esfuerzo de todos. Como siempre unos arriman más el hombro que otros y algunos hacen gala de un poder que escapa a las reglas y a los principios de la sociedad democrática.
Ni tan siquiera Estados Unidos y la Unión Europea, de común acuerdo, han sido capaces de imponer una tasa a la banca que pretendía contribuir a un reparto equitativo del coste de la crisis financiera y a una mayor estabilidad del sistema, en palabras del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
En nuestro país no termina de arrancar el famoso impuesto extraordinario que va a crear el Gobierno para los patrimonios que superen el millón de euros, inspirado en el Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna vigente en Francia, aunque se anuncia su entrada en vigor para el año 2011.
La Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE) denuncia el "escandaloso trato de favor" que, en su opinión, se está dando a los presuntos defraudadores titulares de cuentas opacas en Suiza, ya que critican que la Agencia Tributaria, en lugar de haber iniciado inspecciones de estos contribuyentes o, en su caso, haber puesto en conocimiento del juez los presuntos delitos cometidos, "ha requerido" a estas personas para que presenten declaraciones complementarias y "con ello eviten su responsabilidad penal".
Sinceramente no termino de entenderlo o mejor dicho no me gusta lo que veo. Se adoptan drásticas medidas para intentar salir de una crisis a la que parece que algunos ni tan siquiera se han asomado y da la sensación de que estos poderes ocultos se mueven como pez en el agua, aunque vengan agitadas, al menos para las clases menos favorecidas, paganas de los despropósitos que hemos vivido.
El economista austriaco Schumpeter afirmaba, con motivo de la crisis de 1929, que el capitalismo se nutre de ellas para desarrollarse y que una crisis siempre suponía una destrucción creativa.
El problema es que estos alardes de imaginación creativa siempre apuntan en la misma dirección. Se impone la reducción de los gastos sociales para poder mantener a flote unos mercados que responden a intereses muy particulares y especulativos, bastante alejados del principio de creación de riqueza para la sociedad.
Por eso creo que se impone la necesidad de que los ciudadanos no preguntemos quiénes están detrás de estos mercados, qué poder tienen para imponer sus intereses al resto de la sociedad y, en definitiva, por qué los representantes de las soberanías nacionales no pueden o no quieren atajar los desmanes que en nombre del sistema financiero nos vemos abocados a sufrir.
Se dice que los mercados reaccionan muy mal antes las medidas de control, pero lo que está encima de la mesa es una batalla entre los poderes políticos y los especuladores.
Puede parecer utópico, pero en manos de la ciudadanía está el decidir, en el seno del juego democrático, si es preciso adoptar medidas intervencionistas que salvaguarden el estado de bienestar social para todos y no solo para unos pocos y, egoístamente, si prefiere vivir en un mundo disfrazado de oropeles que, antes o después exige su peaje, o, decididamente, apuesta por unos valores solidarios que a todos nos beneficiaran en mayor o menor grado.
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