El presidente Zapatero está tomando importantes decisiones en estos últimos meses, algunas de las cuales – por impopulares – le están suponiendo un severo desgaste político y personal. Reaccionó tarde y sin convicción a una crisis que nos ha devastado y de la que saldremos a medio plazo con mayor dolor y coste que si hubiésemos hecho las tareas necesarias a tiempo. Aún le quedan a nuestro presidente temas por decidir y algunas de ellas, como las pensiones, de importante calado económico y social. Pero entre todas esas decisiones, la que guarda en su arcón más íntimo y secreto es la de su propio futuro político. ¿Aguantará la legislatura? ¿Disolverá y convocará elecciones anticipadas? ¿Repetirá como candidato? Sin duda le ha dado un millón de vueltas antes de haber tomado la decisión secreta que, según sus propias palabras sólo conoce una personas más, suponemos que su propia mujer.
¿Qué hará? No es una decisión fácil. En su partido están muy nerviosos ante unas encuestas que los fulminan, y ya son muchas las voces internas que le piden que anuncie su retirada. Algunos, como en Castilla la Mancha o Extremadura lo hacen en público, mientras que otros lo susurran a quien quiera que se les acerque. Su liderazgo interno está en cuestión y los ojos de los afiliados socialistas miran atentos sus gestos intentando interpretar sus gestos y signos. ¿Qué hará?, se preguntan ansiosos. Nadie lo sabe. Vamos a intentar jugar a augures, y para ello nada mejor que intentar introducirnos en el interior del presidente cuestionado. ¿Qué haría usted si estuviese en su lugar? Desde luego, no se iría en estos momentos. Si lo hiciese, se convertiría – tanto para los propios como para los extraños – en el chivo expiatorio de la crisis para pasar a convertirse, con toda seguridad, en el peor presidente de nuestra historia democrática. Por eso, Zapatero no disolverá ni dimitirá, tal como ha anunciado. Cuenta con el apoyo de vascos y catalanes, tan interesados como él en que no haya unas elecciones anticipadas que otorgarían, con alta probabilidad, una amplia mayoría al PP. Aguantará hasta el 2012, con la esperanza de que la economía comience a repuntar y pueda argumentar que gracias a su entereza y valentía en los tiempos difíciles, fuimos capaces de superar la peor crisis que los siglos vieran. Otro asunto bien distinto es si repetirá o no como candidato. Aunque intento meterme en su cabeza, no logro descifrar el arcano de sus designios. Por tanto, quede escrita mi apuesta: elecciones generales para 2012 y dudas, todavía, para el cartel electoral. ¿Cuándo se deshojará la margarita? Sólo hay dos momentos posibles. O al inicio de la primavera, meses antes de las elecciones municipales – la menos probable -, o algo después, entre el verano y principios de otoño. Ya veremos lo que ocurre. Mientras tanto: ¡Felices fiestas para todos, presidente incluido!
¿Qué hará? No es una decisión fácil. En su partido están muy nerviosos ante unas encuestas que los fulminan, y ya son muchas las voces internas que le piden que anuncie su retirada. Algunos, como en Castilla la Mancha o Extremadura lo hacen en público, mientras que otros lo susurran a quien quiera que se les acerque. Su liderazgo interno está en cuestión y los ojos de los afiliados socialistas miran atentos sus gestos intentando interpretar sus gestos y signos. ¿Qué hará?, se preguntan ansiosos. Nadie lo sabe. Vamos a intentar jugar a augures, y para ello nada mejor que intentar introducirnos en el interior del presidente cuestionado. ¿Qué haría usted si estuviese en su lugar? Desde luego, no se iría en estos momentos. Si lo hiciese, se convertiría – tanto para los propios como para los extraños – en el chivo expiatorio de la crisis para pasar a convertirse, con toda seguridad, en el peor presidente de nuestra historia democrática. Por eso, Zapatero no disolverá ni dimitirá, tal como ha anunciado. Cuenta con el apoyo de vascos y catalanes, tan interesados como él en que no haya unas elecciones anticipadas que otorgarían, con alta probabilidad, una amplia mayoría al PP. Aguantará hasta el 2012, con la esperanza de que la economía comience a repuntar y pueda argumentar que gracias a su entereza y valentía en los tiempos difíciles, fuimos capaces de superar la peor crisis que los siglos vieran. Otro asunto bien distinto es si repetirá o no como candidato. Aunque intento meterme en su cabeza, no logro descifrar el arcano de sus designios. Por tanto, quede escrita mi apuesta: elecciones generales para 2012 y dudas, todavía, para el cartel electoral. ¿Cuándo se deshojará la margarita? Sólo hay dos momentos posibles. O al inicio de la primavera, meses antes de las elecciones municipales – la menos probable -, o algo después, entre el verano y principios de otoño. Ya veremos lo que ocurre. Mientras tanto: ¡Felices fiestas para todos, presidente incluido!
Manuel Pimentel
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