Muchas son las posibilidades de ofrecer una diferente prestación sin afectar a las reglas de competencia entre los empresarios privados. Y es que han de convivir en adecuado equilibrio los mercados privados y las iniciativas públicas. Del mismo modo que hay en los pueblos fuentes públicas y bares; que circulamos por autovías o autopistas, también deben facilitarse, junto a las redes de telecomunicaciones establecidas por compañías privadas, redes abiertas y públicas para beber del agua de Internet y poder transitar por caminos públicos.
Tardó la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones en aceptar la posibilidad de estos servicios municipales. Lo comenté ya en esta ventana, al conocer la tramitación de lo que luego ha sido la Circular que regula las condiciones de explotación de redes y la prestación de servicios de comunicaciones electrónicas por las Administraciones Públicas (la núm 1 de 2010, de 15 de junio). Un paso minúsculo, pero un paso.
Frente a ese comedido avance, conozco ahora los intentos de extender redes abiertas y libres que supondrían un gran salto de felino. “Las ciencias -como he recordado- avanzan que es una barbaridad”. O quizá, además de las ciencias, haya que aplaudir la participación altruista de tantas personas que incorporan de manera generosa sus aportaciones para la mejora del conjunto, manteniendo el espíritu que generó Internet y que es la causa de su buen desarrollo: la libertad. Que tiene, entre otros, los corolarios de promover las nuevas tecnologías de manera neutral y facilitar códigos abiertos.
Y es que al amparo de una “licencia procomún” muchos particulares e instituciones participan y extienden una red abierta, libre y neutral. ¿Promotores en España? Por ejemplo, una Fundación que gestiona “guifi.net”. Es probable que haya otras instituciones, pero todavía no las conozco. Sí existen redes similares en otros países, tal es el caso de “freifunk.net” en Alemania; y tienen visos de extenderse por zonas poco pobladas o menos desarrollas, donde no se adentran las empresas de telecomunicaciones y las redes inalámbricas pueden cumplir un papel bien relevante.
Lo más importante: estas redes utilizan una frecuencia libre, de uso común general, facilitan unas velocidades de conexión ciertamente sorprendentes para quienes no vivimos en las populosísimas capitales y todo ello de manera gratuita. La instalación es bien sencilla y económica. Es suficiente la colocación del nodo necesario y adherirse a esta red libre y neutral. La ausencia de especiales gastos de mantenimiento y, sobre todo, la inexistencia de ánimo de lucro impide que los Ayuntamientos puedan considerarse “inversores privados” a los efectos de la encorsetada normativa de la Comisión del mercado de telecomunicaciones. Tampoco puede decirse que estas redes perjudiquen la competencia, cosa que, por cierto, debería decidir la Comisión nacional de la competencia y no la del mercado de telecomunicaciones. En todo caso, sobre este aspecto habrá que volver pues: ¿por qué sacrificar los grandes beneficios económicos y sociales que trae el fomento de Internet por mantener unos cerrados sistemas de negocio que imponen y benefician sólo a las empresas? ¿o es que se quiere que todos los caminos sin excepción sean autopistas de pago? Se trata de una nueva posibilidad, una nueva vía de tránsito, que ampliará las opciones del servicio de Internet.
En fin, un gran avance para favorecer desde los Ayuntamientos el servicio de acceso a Internet. De manera especial, aquellos a los que las grandes compañías han dejado más de lado por no esperar obtener beneficios estimables.
Ahí queda esta idea atractiva para ampliar la red pública. ¿Acogerán esta posibilidad las nuevas Corporaciones? ¿Se aprovechará la campaña electoral para promover estas propuestas de fomento de la sociedad de la información o, simplemente, asistiremos a los cansinos insultos entre los candidatos y a los mítines donde impera la vulgaridad?
Mercedes Fuertes López
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