Sin embargo, el paso de los años me ha hecho reconsiderar de alguna manera la situación. En modo alguno estoy a favor de volver a aquellos tiempos del trescuartos, el cetme y la imaginaria. Lo que me ha hecho pensar ha sido la idea de si del servicio militar obligatorio en realidad no tenía algunos aspectos positivos. Y algunos los tenía, sin duda. Veamos, abramos la polémica. Ideas positivas:
Uno. La idea de hacer algo por los demás gratis et amore durante un tiempo. ¿No sería realmente interesante que todos tuviéramos interiorizada como pueblo y como individuos la ineludible necesidad de hacer algo por los otros durante una temporada?
Dos. La idea de que formamos parte de una misma comunidad, que existe algo que nos une a todos y me refiero a todo el país de norte a sur y este a oeste. Ya hemos comentado este aspecto en algunas ocasiones aunque no desde esta perspectiva. Creo que sería importante establecer lazos comunes para todos los territorios. Una amiga me decía el otro día que en geografía (cono le llaman) ahora ya no se estudian los ríos españoles, se estudian los ríos de tu Comunidad y las acequias de tu pueblo lo cual es localismo y paletismo puro. Es evidente el daño que se ha hecho en este sentido, tanto desde las Autonomías por campar a sus anchas, como por el estado al renunciar a controlar un mínimo sistema educativo coherente y común. Fiebre por resaltar lo diferente, estudiar lo que se considera propio para, en realidad, considerarse distinto, y, por supuesto, mejor que otros, peligrosa idea llevada a cabo planificada, perversa y subliminalmente. El necesario proceso psicológico de singularización adolescente elevado a lo sociológicamente patológico.
Tres. La idea de lo conveniente que puede ser inculcar cierta disciplina, necesaria para toda actividad productiva y creativa. Ya se sabe, si viene la musa, que nos pille trabajando, decía Picasso. Disciplina que sirve para mejorar la calidad de lo que hacemos.
Cuatro. La idea de que en ocasiones es necesario saber superar las frustraciones. Nos hemos acostumbrado probablemente demasiado a que todo salga enseguida bien sin tener presente la idea de que para conseguir un éxito hay que tener cien fracasos.
Por supuesto que la idea que propongo es que todos (y todas) estuviésemos obligados a hacer algo por los demás durante el tiempo que se fijase: seis meses, tres, un mes, quince días, hacer algo que sea útil, por supuesto. Una vez en la vida o de vez en cuando. Enseñar castellano a inmigrantes, ayudar a discapacitados en sus desplazamientos a clase, acompañar a ancianos, alfabetizar digitalmente a personas sin recursos, escuchar a enfermos… muchísimas cosas. Y por supuesto quien lo prefiera, ayudar en el ejército.
En el caso de la mili me pongo la venda antes de que se produzca la herida: muchísimos países mantienen el servicio militar obligatorio y no son en modo alguno menos democráticos que nosotros. Y la polémica guerra-pacifismo, deberíamos tratarla con argumentos.
El otro día discutía con un amigo. Él defendía a toda costa un pacifismo puro y un no rotundo a la guerra en cualquier caso y le planteé esta disyuntiva: imagina que vives en el campo y un par de delincuentes asaltan su casa. Sabes que van a matar a tus hijos. Sin embargo tienes un kalashnikov que sabes manejar y cargado. ¿Qué harías…? ¿qué harías en el caso de que se tratase de un amigo? Es en situaciones hipotéticamente reales de este tipo en las que uno se debe plantear qué haría ante una situación extrema. Pagar impuestos para que te defiendan. Y si no lo hacen, defenderte tú como puedas.
Ignacio Pérez Sarrión
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