Mientras que los socialistas optimistas están ocupados en repetir el mantra del consuelo de que no existe mal que cien años dure y mientras que los socialistas pesimistas le añaden aquello tan fúnebre de que ni cuerpo que lo aguante, los españolitos de a pie debemos pedir responsabilidades no sólo a nuestros vapuleados partidos políticos, sino que, también, debemos exigírselas a los agentes sociales. ¿Cómo es posible que no se pongan de acuerdo ni siquiera ante estas circunstancias extremas de nuestro empleo? La negociación colectiva es vital para nuestra competitividad y capacidad de creación de empleo. La negociación colectiva es a la norma laboral casi lo mismo que los reglamentos a las leyes. Éstas teorizan y ponen límites, pero aquella es la que concreta la realidad. Ya sabemos lo que decía el prócer Romanones: hagan ustedes las leyes que deseen, pero déjenme a mí los reglamentos. Pues eso: son los convenios colectivos, ¡estúpido!
Sin embargo, la sociedad española no ha prestado suficiente atención a una materia tan trascendente y nos hemos preocupado mucho más por las sucesivas reformas laborales que no hacen otra cosa sino el decirnos el cómo podemos entrar a trabajar y el cómo salimos de la empresa, pero casi nada nos indica del cómo trabajamos durante el tiempo – a veces corto, pero en otras ocasiones de muchos años – que estamos entre los dos extremos. Los convenios regulan salario, jornada, turnos, vacaciones, responsabilidades, es decir, todos los aspectos que hacen posible el día a día de la empresa y del trabajo. Pues bien, nuestros agentes sociales han sido incapaces de alcanzar un acuerdo básico sobre la materia. Los sindicatos apenas se han movido, y los empresarios prefirieron levantarse antes que participar en los juegos florales de una acuerdo sin contenido. ¿Qué hará el gobierno ahora? Pues visto lo visto, nos tememos que una reformita insubstancial que deje las cosas más o menos cómo están. No podemos permitírnoslo. Nuestro sistema de negociación colectiva tiene más de treinta años y está completamente obsoleto. Y lo que era bueno para la España de los setenta, no tiene nada que ver con lo que precisamos en la España de la segunda década del XXI. Resulta imprescindible reformas que nos acerquen al resto de países europeos, de los que, desgraciadamente, nos separamos día a día en empleo y competitividad. Los agentes sociales no estuvieron a la altura. Lástima. ¿Lo conseguirá ahora el gobierno? Ojalá, aunque, si hacemos caso a los dichosos ciclos, al gobierno no podrá evitar el continuar deslizándose hasta el precipicio mientras le dura su ciclo bajista. Quizás usted tenga más confianza que yo en este Zapatero epilogal, pero yo me quedo con la filosofía parda del bueno de Fergurson.
Manuel Pimentel
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