miércoles, 27 de julio de 2011

¿Cuál es la realidad de la situación?

Hay dos versiones opuestas sobre el contenido de la mítica Caja de Pandora, en uno de ellas se dice que contenía todos los males y al abrirse se dispersaron, para desgracia humana, cerrándose la tapa justo antes de que la esperanza, que también estaba ahí, fuera liberada (Trabajos y días 90-105). La segunda versión relata que en realidad la Caja tenía bienes y su apertura ocasionó que éstos volaran privándose de ellos los hombres que en adelante solo viven afligidos por males. Ambas versiones coinciden en que lo único que se conserva dentro es la esperanza, el matiz es que para la primera versión la esperanza sería un mal y, para la segunda, un bien.Llevamos ya algún tiempo alertando de la situación a la que están abocadas la mayoría de las entidades locales españolas (La desaparición del sistema local en RAAP, Ante la implosión de los ayuntamientos españoles en El País) sin apenas oír algún eco que no sea una mera declaración de intenciones. Hemos planteado alguna propuesta, desde la fusión de los municipios a la revisión competencial, la reducción de cargos, la profesionalización y autonomía en la gestión administrativa, o la intensificación de la democracia participativa. Los títulos de los artículos reseñados son de por sí expresivos de una denuncia formal.
Tengo la convicción de que con la crisis iniciada por estos lares en torno a 2008 la Caja de Pandora abierta en la administración local española es de la primera versión, en la que lo único que nos queda, la esperanza, constituye un mal. Llevamos esperando una reactivación económica de un modelo caduco que en ningún caso puede paliar los males estructurales que están larvados desde hace dos siglos. Y esperamos desesperadamente algo que ya nunca va a llegar.
Mi intención a través del espacio que me brinda éste blog es efectuar algunas propuestas que mejorarían, de un día para otro, la situación actual. No trataré el tema de las competencias que han ido asumiendo los ayuntamientos y pertenecen a otros niveles de gobierno, el asunto está demasiado trillado y de nada ha servido calificarlas como impropias para dejarlas de prestar. Sobre este punto únicamente he de decir que se debe clarificar con los instrumentos previstos en la legislación administrativa, ya sea la aceptación de transferencias, la delegación de competencias o la encomiendas de gestión en lugar de basarse en la fórmula residual de atribución del artículo 25.1 de la Ley de Bases de Régimen Local. Tampoco voy a tratar el tema de la invención de competencias, ¡demasiado trabajo tenemos con el elenco existente para imaginar más! Precisamente a lo que me voy a referir es a un replanteamiento o relectura de las competencias obligatorias actuales o el sentido de las atribuciones que tienen las entidades en estos momentos.
Son propuestas desde diferentes planos, con otras perspectivas, que están dentro de lo posible, aunque impliquen una redefinición de la gobernabilidad, y, en algunos, casos la modificación constitucional, o de leyes orgánicas, o de las propias bases de régimen local que nadie parece dispuesto a pactar con carácter general, menos aún cuando hemos abandonado el contexto en el que debía haber sido abordado el gobierno local que es el ámbito supranacional (¡qué pena que no se sujetará en Europa, la última utopía del siglo XX!) en lugar de los derroteros por donde vamos aquí, encapsulados en el “copia y pega” (bad code smell) autonómico o regional. Y también son medidas que se pueden implantar en el ámbito local, sobre la base de una estrategia oblicua. Me dispongo pues a abrir la Caja de Pandora de la que no hemos de esperar nada, no nos queda nada más.

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