martes, 23 de agosto de 2011

La paradoja de la contradicción en la auditoría

Se dice que la paradoja sirve para revelar la complejidad de la realidad, y en ocasiones demuestra las limitaciones de las herramientas conceptuales, en nuestro caso, una auditoría que se encuentra en contradicción. En principio, la noción de contradicción, resulta una idea o término extraño en el pensamiento, o que sea tema en la fiscalización; no obstante en la ciencia, lógica, y filosofía se ha convertido en principio clásico, y ha derivado en corrientes o escuelas que forman parte del desarrollo de las ideas en la sociedad. Sin embargo, la historia de la auditoría ha estado determinada por la uniformidad, y su principio ha sido ‘la aceptación general’. De tal forma que resulta inconcebible pensar en la auditoría, sin sus Normas, mismas que han sido producto de la aprobación general de instituciones y organizaciones profesionales para garantizar su práctica en un marco de independencia como elemento fundamental. Por ello se ha derivado su legitimidad, en tanto se ajusta o cumple con las normas, procedimientos, código de ética y nuevas disposiciones regulatorias. Luego, sí todo está articulado, conectado y justificado con la finalidad de lograr una mayor eficiencia y mejoría en la administración pública o privada.
Cómo puede ser esto verdadero si, César Ferrer, socio de KPMG y miembro del consejo directivo del Instituto de Censores Jurados de Cuentas de España, afirma que “históricamente las firmas de auditoría eran cajas negras” (revista Auditores, núm. 15, mayo 2011, p. 14), o, Ángel González-Malaxetxebarria, especialista internacional de auditoría, manifiesta “La auditoría ha dejado de ser un negocio de auditores” (revista Auditoría Pública, núm. 54, julio 2011, p. 9), si ha negado la transparencia, objetividad e imparcialidad en el mismo tiempo y en el mismo sentido que pregonan que su práctica otorgaba certidumbre a la sociedad.
En tiempo no muy lejano las declaraciones anteriores hubieran sido impensables, y sin duda, los expertos en comento las han expresado con la mejor de las intenciones, en señalar el cambio que está ocurriendo en el mundo de la auditoría, pero su discurso es circular, vuelven a lo mismo, por ejemplo en la citada referencia, Ángel dice que “un médico, un ingeniero o un abogado pueden dirigir perfectamente una institución de control” luego en correspondencia, un contable ‘puede’ dirigir una clínica de ginecología, la construcción de un edificio o un departamento jurídico, si como afirma Ángel tienen la “capacidad de rodearse de técnicos competentes”. Tal como el Banco Mundial que solicitó sus servicios de especialista competente en los problemas de la deuda internacional y en programas de fortalecimiento en los órganos de control, ahora sabemos entre otras cuestiones porque el Banco Mundial sigue dando palos de ciego.
Sin duda, estamos ante un nuevo horizonte que atisba el por-venir de una nueva auditoría, sin embargo, el advenimiento se obstaculiza si continúan repitiéndose los dogmas de: la vigencia de las normas de auditoría, que rijan la actuación del auditor, y que la auditoría sea técnica. Toda una visión introyectada en la conciencia del auditor y de la colectividad que ha inducido a la ‘normalización’, esto es, un sistema de ideas o forma de pensar que ha eliminado la percepción de la contradicción. Por lo que la crítica a la auditoría se ha situado en un mundo paralelo pero que no toca al mundo de la auditoría jamás. La auditoría se ha construido más con base en el ideal que en la demostración, una práctica más próxima a lo imaginario que a su determinación conceptual, resultando que los auditores andan perdidos en la auditoría del nunca jamás.
Nunca jamás cajas negras, nunca jamás privilegiar el lucro sobre el interés público y social, y otros tantos nunca jamás. De tal suerte o desgracia que si alguien desea salir de esta auditoría deberá dejar en el archivo muerto la concepción del nunca crítica y reflexión, y deberá dejar volar su imaginación y pensamiento hasta un nuevo amanecer.

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