La renuncia a convocar una huelga general por parte de los sindicatos ha sorprendido a muchos, que esperaban un incendio social tras la aprobación de la reciente reforma laboral. Los micrófonos indiscretos ya mostraron que el propio Rajoy la esperaba y, quién sabe, si incluso la deseaba para refrendar así la intensidad de la norma ante los foros europeos que nos juzgan. Sin embargo, los líderes sindicales, después de criticar con fiereza las nuevas medidas se han limitado a convocar unas manifestaciones y a estudiar la posibilidad de una huelga general para más adelante, cuando los trabajadores se la pidan. ¿Qué ha pasado?
Creo que no han convocado la huelga por tres motivos. Uno, porque la reforma no ha sido tan salvaje como afirman y, en verdad, se parece a lo que se ha ido aprobando en países como Alemania y Suecia durante estos últimos años, con apoyo sindical, por cierto. Dos, porque son conscientes de que una pronta convocatoria tenía muchas papeletas para obtener un fracaso similar al obtenido en las dos últimas convocatorias. El personal es consciente de que algo teníamos que hacer y no está por muchas huelgas ni tampoco por seguir las banderas sindicales así porque sí. El tercer motivo es consecuencia de los anteriores. Dado que el desempleo va a continuar creciendo mientras estemos en recesión – lo que desgraciadamente va a ocurrir durante estos próximos meses – siempre podrán cargarse de razón denunciando que las supuestas maldades de esta reforma son las responsables del desaguisado. Al tiempo, saben que lo realmente duro va a ser la aprobación de los presupuestos generales para 2012, que se aprobarán a finales de marzo. El gobierno va a tener que meter tijera con dureza si quiere cumplir con nuestros compromisos europeos y los recortes van a hacer sangre. Es previsible que a lo largo de abril y mayo el malestar vaya creciendo y los sindicatos intentarán capitalizarlo con una huelga a partir del mes de mayo, cuando tendrían muchas más posibilidades de éxito, al ser más cuantioso el memorial de agravios.
Estos, más o menos, pueden ser los cálculos de parte de la inteligencia sindical. Pero tienen dos riesgos. Uno que la gente no los siga y, dos, que se produzca una explosión social entrópica sin que sean ellos ni los partidos de izquierda quienes la capitalicen, al modo 15M.
No descartemos esta posibilidad y estemos atentos a la jugada, porque cosas veremos, amigo Sancho.
Manuel Pimentel
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