viernes, 11 de mayo de 2012

Los reyes del mambo

Siempre he defendido la profesión del colectivo de habilitados antes nacionales, ahora estatales y a este paso de barrio. Es decir, la “profesión”, porque otra cosa son los profesionales, entre los que hay de todo. Es sabido que nuestro colectivo no es precisamente una orden de la Caballería Andante, pero los límites del comportamiento normal se sobrepasan en ciertos casos proyectando una oscurísima sombra. A una de esas partes negativas me refiero con la presente colaboración.En una ocasión, un alcalde me contó, con cierta indignación, que durante unas jornadas en las que concurrían políticos y funcionarios, en uno de los almuerzos pudo oír a un interventor alardeando de que si él quería podía paralizar tal cosa o tal otra, e incluso el ayuntamiento. En aquel entonces lo atribuí a una excesiva inquina –que por otra parte y por lo demás era cierta- de aquel alcalde hacia los habilitados nacionales, pero con el tiempo he podido comprobar que al menos en aquella ocasión se juntaron el hambre con las ganas de comer.
Y es que es un problema que ha abundado entre nuestro colectivo y ha contribuido a traer la situación actual, toda vez que algunos –más de la cuenta- se han creído los reyes del Mambo de la Administración Local, han confundido lo preceptivo con lo vinculante y además se han irrogado potestades y facultades que nunca las leyes nos han atribuido, ni siquiera en las épocas de mayor esplendor.
En este sentido, y siguiendo con los ejemplos, hay algunos secretarios que se ufanan de “ser una autoridad”, llegando en un caso a disponer “per se” la clausura de locales, con lo cual el alcalde de turno quedará muy agradecido al no perder ninguna popularidad a costa de semejante demente. Hay otros habilitados nacionales que alardean de dar voces a los miembros de su Corporación, e incluso quienes por la vía más fáctica han paralizado la gestión de nóminas de una mensualidad mientras no se “arregle lo suyo” y se les reconozca el complemento retributivo que se les antoje.
Se trata de actitudes que frecuentemente van acompañadas de un componente psicopatológico, pero que además enmascaran intereses y prácticas inconfesables y deshonestas, despreciando además por blandos e ingenuos a los compañeros que no actúan igual.
¿Solución? Es difícil, porque el problema está más extendido de lo que pudiera parecer a primera vista. Desde luego, una gran medicina es el espíritu de estudio y de profesionalidad. No hace falta ser un Ulpiano, basta por empezar por conocer cuales son las funciones que nos asigna el ordenamiento jurídico y también por tratar de hacerlo conocer al entorno de la entidad en que prestemos nuestros servicios, sin quitar ni poner nada.
Pero una medicina la toma quien quiere “curarse”, no quien quiere seguir ignorando u ocultando la verdad por su propio interés. En este caso sí que haría falta mantener la vigilancia incluso por parte de la institución colegial de nuestro colectivo, sin dejarse arrastrar por el hecho de que el “denunciado” sea compañero, pues con amigos así no hacen falta enemigos, y además son un desprestigio para todos los demás.
Aunque la pregunta del millón es: ¿y si esos “reyes del Mambo” son los que precisamente se han adueñado de algún órgano territorial de la institución colegial? Pues en ese caso… mal asunto, y para terminar también con clave musical se podría responder: “The answer my friend is blowing in the wind”
Miguel Ángel Gimeno Almenar 

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