El conflicto no es una maldición. Al contrario, en muchas ocasiones es el trampolín que precisamos para ascender en nuestro camino personal o profesional. Por eso, debemos afrontarlo de una manera inteligente y abierta, por mucho dolor y tensión que nos pueda producir en primera instancia. El conflicto es consustancial a la vida de las personas, de las empresas y de los países y tenemos que aprender a resolverlos, afrontarlos, sortearlos o evitarlos según sea su naturaleza, entidad y repercusión. Aunque la prudencia aconseja evitarlos en medida de lo posible, al final siempre terminan apareciendo en nuestro camino, hagamos lo que hagamos. Sólo los simples y los necios pueden pensar que el conflicto no llamará a su puerta jamás. A medida que ascendamos, más complejos y difíciles serán los problemas y conflictos que debamos resolver. De alguna forma, son ellos los que marcan nuestro techo de competencia.Los conflictos siempre nos acompañan y en estos tiempos atribulados, aún más. La crisis feroz que padecemos parece multiplicar todo tipo de conflictos con su carga de tensión y dolor. Sufrimos conflictos sociales, laborales, profesionales, políticos, empresariales, societarios y de cualquier naturaleza imaginable. Agotamos gran parte de nuestra energía en intentar superarlos y los maldecimos en silencio. Sin embargo, y como veremos a continuación, en muchas ocasiones, un conflicto bien planteado y resuelto puede liberar una gran energía que nos sirva como palanca para ascender, innovar y mejorar, o como catalizador de soluciones o enfoques que en otras circunstancias jamás hubiéramos sido capaces de imaginar o de poner en marcha.
En nuestra cultura el conflicto aparece rodeado de una fuerte carga negativa, como algo parecido a un castigo que hay que evitar a toda costa. En verdad, no es así. Es cierto que el conflicto genera tensión y ansiedad, pero también lo es que suele ser antesala de cambios y de soluciones creativas. Sin conflictos ni crisis, ni la sociedad ni las empresas avanzarían. Fue Carlos Marx el primero que concedió al conflicto una influencia determinante. Su frase “el conflicto es el motor de la historia” otorgaba al conflicto un protagonismo muy superior al que las corrientes intelectuales occidentales le concedían. El funcionalismo consideraba al conflicto como algo negativo, como un fracaso a evitar. Por eso, se estudió poco en occidente hasta que la caída del Muro de Berlín y la desactivación de la extinta URSS permitieron recuperar bajo los escombros de la ideología marxista algunos de sus principios que nos permiten comprender mejor la dinámica histórica y social.
Muchas personas se bloquean ante el conflicto, mientras que otras lo afrontan con decisión. Todos hemos tenido que enfrentarnos con conflictos de diverso tipo a lo largo de nuestra vida y sabemos por experiencia que el haberlos superado nos permitió ascender un peldaño en nuestro camino. Tras el problema y conflicto de hoy puede esconderse la felicidad y la prosperidad del mañana. Por eso, cuando elaboramos la estrategia de resolución de conflictos tenemos que pensar también en el medio plazo, lo que nos concede más visión y altura para resolver satisfactoriamente el conflicto que afrontamos. La mirada de un tercero puede ayudarnos a conseguirlo y comienza a desarrollarse en España la actividad profesional de resolución de conflictos, muy habitual en los países de economía más avanzadas, pero incipiente aún en el nuestro. Adjuntamos un cuadro en el que se confrontan las maneras de abordar el conflicto. ¿Cómo lo hace usted?
CÓMO AFRONTAR EL CONFLICTO:
MAL | BIEN |
El conflicto sólo es percibido como un precipicio por el que puede despeñarse. | Un conflicto bien resuelto es el escalón más sólido para ascender. |
El conflicto sólo le genera dolor y desgarro. | Le motiva superar el conflicto y sabe impulsarse por la energía de su resolución. |
Las crisis lo paralizan. | Intenta conocer la esencia de la crisis, porque es consciente de que suele esconder antesalas de cambios y es puerta para nuevas oportunidades. |
Sólo enfoca el conflicto desde el hoy. | Intenta abordarlo con la mirada puesta en el mañana y lo enmarca en el argumento global de su camino. El problema de hoy puede encerrar la llave de la prosperidad del mañana. |
Tiende a plantear las elecciones basándose en dilemas excluyentes: o esto o lo otro. Le consuela pensar que, al final, escogió lo menos malo. | Elude decidir bajo la presión de los dilemas impuestos. No acepta escoger entre lo malo y lo peor, e intenta explorar otras vías superadoras del juego de los dilemas. |
No afronta los conflictos. Los deja pudrirse, con la esperanza de que el tiempo los solucionará. | Afronta los conflictos y se esfuerza en la solución más adecuada. |
Justifica sus fracasos responsabilizando de ellos a las dificultades insalvables que se le presentaron en el camino. | Comprende que su éxito radica precisamente en superar esas dificultades inherentes a su camino. Sabe que avanzar conlleva solucionar los problemas y conflictos cotidianos. |
Se sorprende ante cada nuevo conflicto que lo aflige. Lo achaca a la mala suerte, a los otros, a la maldad del sistema. La culpa siempre es externa. | Sabe que el conflicto es consustancial a la existencia, por lo que no pierde el tiempo en lamentos y lo dedica a trabajar para superarlos. |
No se prepara ni física, ni psíquica ni intelectualmente para los previsibles conflictos que se le presentarán en su senda. | Es consciente de la importancia de la formación y preparación permanentes y se aplica a ello. |
Los aborda de manera improvisada y sin conocimiento. Cree que siempre puede resolverlo por sus propios medios | Lo gestiona con la ayuda de quienes le pueden aportar experiencia y sabiduría. Recurre a profesionales, en su caso. |
Manuel Pimentel