jueves, 9 de octubre de 2014

Mi libertad y mi derecho al voto, en peligro

Quieren quitarme mi derecho de decidir sobre el futuro de mi nación. Mi libertad como ciudadano de una España democrática y constitucional y mi legítimo derecho al voto corren peligro cierto. La democracia española está siendo minada antidemocráticamente por una minoría que, paradójicamente, apela a la democracia y al derecho de votar como excusa para robarnos a muchos nuestro derecho a decidir. Los partidos nacionalistas catalanes – que no son Cataluña, sino tan sólo una parte de ella – se han arrojado a la carrera suicida de romper una unidad política y democrática bajo el doloroso sofisma de que sus derechos democráticos son superiores a los míos.
Los argumentos históricos para cimentar una nación son siempre de ida y vuelta; los hay para todos los gustos. Por eso, las naciones no se construyen con el retrovisor, sino con el vigor del presente. El relato histórico no es más que un discurso, normalmente parcial e interesado, que usamos para argumentar y justificar nuestros propósitos. Por eso, Cataluña no tiene atributos históricos suficientes para reivindicarse como nación; no lo fue en el pasado y no lo es en la actualidad. Nos equivocaremos si creemos que el argumento histórico puede desactivar la creciente ola de reivindicación de independencia. La historia no les importa a los que salen a la calle. Salen – legítimamente – para manifestar su deseo de autodeterminación. La secesión no es un debate histórico, es una lucha política de la actualidad, combinada por una mezcla de sentimientos, deseos, intereses e imaginarios colectivos. Y ahí es donde entra la democracia. El sentimiento nacionalista es legítimo y puede ser expresado de forma democrática. Hasta ahí, todos de acuerdo. Pero dado que en esto de las patrias y naciones el componente sentimental es de suma importancia, convendremos que el sentimiento de una nacionalista catalán, vale exactamente lo mismo que mi sentimiento o que el sentimiento de cualquier otro ciudadano que resida en otro punto de España. Mi sentimiento es igual de digno y respetable que el de un ciudadano de Barcelona, Marbella o Gijón. El sentimiento de querer irse de España es igual de legítimo que el sentimiento de querer seguir estando unidos en ella. No puedo permitir que una minoría considere sus sentimientos moral o éticamente por encima de los míos. Están, afortunadamente, en idéntico nivel. Una persona que desee romper con España no puede estar por encima de una que desee mantener la unión de la misma. Y eso es lo que está ocurriendo en esta hábil trampa a la que nos han conducido el nacionalismo catalán. Se dicen democráticos y quieren quitarme mi derecho al voto, algo que, evidentemente, no podré nunca aceptar pacíficamente.
La democracia se fundamenta en la ley y en las votaciones libres. Nuestra ley máxima es la constitución, votada mayoritariamente en 1978 por todos los españoles, catalanes especialmente. Y me reconoce como ciudadano del territorio español. Por tanto, tengo derecho a votar cualquier cambio substancial que afecte a mi país, sobre todo en su integridad territorial. Y no por un simple sentimiento, que también, sino por mi derecho democrático. Un partido demócrata no puede intentar quitarme mi derecho al voto en todas aquellas cuestiones que me afecten. Los nacionalistas catalanes, después de décadas de manipulación educativa, deslealtades institucionales y estrategias de victimismo y agravios, quieren quitarme mi derecho al voto, quieren cercenarme mi libertad de elección. Los amantes de las leyes y la democracia no debemos permitir que nos hurten nuestras creencias fundamentales. Si tenemos que votar, votemos todos. Sólo al conjunto de los españoles nos corresponden, democráticamente, decidir sobre el futuro de nuestra nación.
Mi voto no es inferior, tampoco superior, al de nadie. Por eso, lucharé democráticamente por mi derecho a ejercerlo y porque nadie intente secuestrar mi libertad. La independencia de cualquier parte del territorio español debemos decidirla democráticamente entre todos los españoles. El referéndum propuesto del 9N no sólo es ilegal, sino también es profundamente antidemocrático ya que me impide votar sobre mi propia tierra. Los amantes de la democracia y la libertad debemos luchar para evitar que el derecho al voto que tanto nos costó conseguir sea pisoteado por una minoría que sólo atiende a sus particulares idearios, hurtándome la posibilidad de expresar mediante el voto los míos. Ha llegado el momento de movilizarnos para defender la democracia que algunos pretenden manipular.
Manuel Pimentel

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