lunes, 24 de noviembre de 2014

Publicado el Manual de Simplificación Administrativa: mucho ruido y pocas nueces

El Manual de Simplificación Administrativa y Reducción de Cargas para la Administración General del Estado publicado en el BOE de 9 de Octubre es resultado de una propuesta de la Subcomisión de Simplificación Administrativa de la Comisión interministerial para la Reforma de las Administraciones Pública (CORA), creada en octubre del año 2012  con el sano objetivo de trazar una hoja de ruta de reformas de las Administraciones Públicas para reducir su tamaño, dotarlas de flexibilidad y mejorar su eficacia. Y ello mediante criterios generales, claros y aplicables en todos los ámbitos administrativos, superando las medidas puntuales, sectoriales y a corto plazo.
En suma, parte del significado de “Simplificación” en el Diccionario de la Real Academia considerando “simplificación administrativa” la actividad dirigida a hacer “más sencilla, más fácil y menos complicada” la actuación de las Administraciones Públicas.
Entusiasmado por la iniciativa, me lancé gozoso a la lectura de tan prometedor documento, aunque aviso que la Odisea de Ulises en el retorno a Ítaca es un juego de niños al lado de la proeza que se me ofreció. Veámoslo.
 
1. Lo primero que llama al atención es que el Manual de Simplificación no es “aprobado” sino que el Consejo de Ministros “Toma conocimiento”. Ojito, no vaya a ser que alguien exija su aplicación. Lo “Visto” y lo “oído” parece que “promete” pero no compromete. Sin duda asistimos a unas nuevas categorías de actos administrativos caracterizados como el gato de Schrodingüer por estar “vivos y muertos” a la vez. Nadie será capaz de saber si ese Manual se aplicó ni sus frutos, o si está en el limbo de las entelequias.
2. Pero no seamos pesimistas. Iniciaré el sendero de la lectura hacia este Everest de la simplificación, aunque necesitaría un Sherpa avezado en jerga burocrática.
El Manual parte de describir los procedimientos ( con su normativa, identificación de documentación,etc) y procede a descomponerlos en tareas ( Directivas, Técnicas, Ejecutivas, auxiliares y de apoyo); en este punto, empiezo a fruncir el entrecejo, pues el Manual me indica que es hora de perfilar las personas para cada tarea, fijar responsables y tiempos, todo ello como si el Gran Hermano burocrático pudiese conocer y desmenuzar lo que sucede.
Sin embargo, es el momento de hablarnos de la ansiada fase de diagramación con el flujo de tramitación expuesto gráficamente ( además diagramación por tareas con símbolos casi cabalísticos), mediciones de tiempos medios (de espera, de respuesta, etc), fijación de porcentajes de tiempo para cada tarea y enumerar las cargas administrativas de cada trámite; noto el “mal de altura” y me falta oxígeno, pero sigo, y compruebo que el Manual recomienda en este recodo, aplicar un modelo de Costes Estándar (eso sí, diferenciando Costes Directos, Estructurales y de Cumplimiento) y un Modelo de Costes Simplificado; me tranquiliza esta ayuda. A continuación, el Manual emplaza al análisis del grado de informatización (hacia el interior y hacia el exterior) así como verificar los elementos de transparencia e información de cada procedimiento. Una vez cumplimentadas las Fichas, llega lo mas fácil, la Fase II:¡ Reingeniería del Procedimiento!, bajo los principios de eficacia, eficiencia y legalidad ( Ya tardaban en salir nuestros viejos amigos).
Me detengo a tomar aire, poso la mochila de mi paciencia y el Manual me informa ( ¡ estoy en la página 55!, bien!!) que es el momento de revisar normativa, trámite y cargas de trabajo, y como no, de simplificar el resultado en el…¡ Listado de verificación!, que unido al llamado “Ajuste de Tiempos” y pasando por el “Fortalecimiento de la gestión electrónica” nos lleva a la fase final, identificada como Reducción de Cargas, debiendo adoptarse la decisión a caso a caso. Estoy mareado, pero no importa…¿soy un ratón o un hombre? ¡ ánimo! . Ahora el Manual, me advierte que, por si no se hubiere tenido en cuenta en alguno de los ochocientos trámites antecedentes, ha de valorarse el contenido de la Obligación de Información, la naturaleza de la carga asociada y el coste económico y ofreciendo al lector una fórmula algebraica con variables que hasta el matemático ruso Gregory Perelman pasaría apuros para resolver.
A continuación, para aquellos que hemos leído de forma transversal el Manual, cabeceando y preguntándonos quienes somos y donde vamos, el Manual nos ofrece otro listado de medidas a base de recordarnos un sinfín de normas administrativas, y de rondón nos mete la fase de ” Implantación”.
Inasequible al desaliento, el lector paciente sigue rumbo a ninguna parte, deseando como Colón ver la tierra del nuevo continente de la Simplificación, pero se nos ofrece el Plan de Cuantificación del Ahorro, con su Metodología, y para “avivar el seso y despierte el alma dormida” del funcionario lector ( como Jorge Manrique), el Manual le habla de sus retribuciones con una bonita y clarísima fórmula:

En este punto, el Manual le pasa el testigo a los tecnócratas contables y pasamos páginas de cifras de costes y datos presupuestarios para descubrir gozosos que tras el Mar de la Rentabilidad nos llega el “Cálculo del retorno de la inversión”, y para hacernos descansar la vista de la fatiga de tanto número nada mejor que otra formulita sobre el cálculo del coste administrativo:

 
( Aquí, Sevach va por la página 76 y no sabe sin lanzar una botella al mar para que le socorran, o si podrá proseguir la tarea sin sufrir un ictus cerebral, pero alguien tiene que leer el Manual, y sobrevivir… y contarlo).
 
A continuación asisto a un desfile del ahorro que suponen los cambios y entre ellos me entero que la presentación física de un documento a la Administración Pública tiene un coste unitario de ..¡ 5 euros! pero si se presenta electrónicamente supone..¡ 4 euros!. ¡¡Vaya!!. ¿Cómo no pude entender la utilidad práctica del Manual?. Ni Esopo hubiera fabulado mejor “El parto de los montes”.
 Eso sí, como iba entendiendo el texto, para “subir la nota”  me expone el Coste agregado de la reducción. y como ya tardaban en salir, viene la comitiva de Indicadores internos de funcionamiento e Indicadores externos o de satisfacción, con sus cuadros, claro. ultimándose con el Telón de treinta páginas de Anexos.
Punto final. Me aplico yo mismo el desfibrilador automático, me froto los ojos y desecho la idea de una pesadilla propia de “La metamorfosis” de Kafka (“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”).
4. En fin, a modo de valoración final, y a título personal considero que nos encontramos con:
- Un Manual farragoso. Me recordó aquello del Ministro español de fines del Siglo XIX cuyo nombre no recuerdo que rechazó la aprobación del reglamento que le proponían aduciendo ” todavía no está lo suficientemente oscuro para que podamos aprobarlo”. Un desfile de acrónimos, fórmulas, palabros, etc.
- Un Manual que recuerda algunas malas tesis doctorales que alguien calificaba como “trasladar los huesos de un cementerio a otro”. Cortar y pegar de viejos Manuales, de los Programas de otras Administraciones americanas e inglesa, ideas de Planes autonómicos, se bate y listo para servir en formato digital. ¡ Que no se diga que la Administración española no simplifica!.
- Un Manual que se dicta para el Estado y para inspirar a otras Administraciones, mas ocupadas en prestar dignamente el servicio público en tiempo de crisis que en juegos florales de palabrería administrativa.
- No deja de tener su gracia que el documento expone infinidad de antecedentes de normas y medidas encaminadas a la simplificación administrativa en la última década (Acuerdos de Reducción de Cargas 2008, Plan de Acción de 2008, Guía Metodología de impacto normativo de 2010, etc), arrancando de la vieja Ley 30/1992, y que nos demuestran que bien estaría “simplificar” la propia fronda de Programas, Medidas, Planes, Catálogos y otras técnicas de “simplificación” administrativa.
En suma, menos artificio y palabrería políticamente correcta y mas tijeretazo a golpe de ley básica. Una buena y puntual modificación de la Ley de Procedimiento Administrativo Común, valiente y podando formalismos, con carácter básico, unida a la modificación de la Ley de Acceso Electrónico de los ciudadanos, son mas eficaces que Manuales y Libros repletos de palabrería que mas sirven de coartada a los políticos que para cambiar la Administración.
Eso sin olvidar que el BOE no se pone colorado al mentir: afirmar que el Consejo de Ministros se “da por enterado” del Manual… no creo que ninguno de los miembros del gobierno haya pasado de depositar una mirada cansina sobre la portada, así que lo correcto sería “darse por enterado” de que existe ese documento ( lo que es muy distinto de “dar por leído”, proeza de la que me siento orgulloso y que solo recomiendo a quienes padezcan algún tipo de insomnio o les guste embriagarse sin recurrir al alcohol).
 
5. Lo bueno de que ese Manual sea digital, y que tenéis aquí en su integridad, es que no ocupa en la mesa ni hay que tirarlo a la papelera. Un click y está. Me temo que morirá de inanición ( no hay mente humana ni institucional capaz de llevarlo a cabo antes de la próxima glaciación), o sencillamente “resucitará” en este u otro Gobierno disfrazado de otro pomposo documento, algo así como ” Implementación de procedimientos para mayor calidad del ciudadano”.
En fin, amigos, disculpadme el tono, pero no hay otra manera de digerir estas medidas.

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