Tenemos elecciones en enero. Grecia vota y toda Europa – con España a la cabeza – votaremos con ellos. El extremo hermoso y pobre de Europa, que apenas supone un 2% de la economía europea, ha ocupado, ocupa y ocupará páginas y más páginas en la prensa internacional. ¿Por qué? Porque Grecia es Europa, y sus males son los nuestros. Europa, desde el euro, es una realidad inapelable, por más que los ciudadanos la apreciemos como algo remoto, perdido entre las brumas de una Bruselas gris y anodina. Lo que ocurre en un extremo, afecta al otro: el euro nos une íntimamente, formamos un todo orgánico regado por una moneda común de la que no podremos ya prescindir, a Dios gracias.
Votamos en Grecia y las bolsas de toda Europa se tambalean el día que se confirma la disolución de su parlamento. ¿Por qué? Desde luego, la primera respuesta a esta pregunta es obvia: son muchos los que temen la llegada de Syriza al poder. Tsipras, su secretario general, denuncia la campaña del miedo orquestada por sus rivales y por el stablishment, al tiempo que anuncia que no sacará a Grecia del euro y que salvaguardará el ahorro de los griegos. Pero claro, tantos años ya anunciando que dejaría de pagar la deuda ilegítima, que echaría a patadas a los inspectores de la troika y que rompería con las directrices de Bruselas/Berlín, que ahora ya nadie le cree. El dinero es cobarde y la posibilidad de su gobierno aterroriza a muchos y no sólo de los grandes. La fuga de capitales vuelve a acentuarse ante la inseguridad; las dudas harán que el voto final no se decida hasta los últimos días.
Votamos en Grecia porque somos Europa. Lo que allí ocurra tendrá repercusión directa en otros muchos países, sobre todo en España, porque Podemos es Syriza. Como su hermana griega, Podemos suaviza su discurso, para atraerse a las clases medias, pensando que vestido de cordero su aspecto será menos feroz. Syriza, como Podemos, tienen las encuestas a su favor. Recogen el malestar, la desesperación, la irritación acumulada en estos años de dolor. Syriza, como Podemos, con el viento a favor, están convencidas de que alcanzarán el poder. Afortunadamente, antes tendrán que ganar unas elecciones, bendita democracia, invento griego, por cierto. En muy pocas semanas, votaremos en Grecia y decidiremos si Syriza debe gobernar el país heleno. Si, inesperadamente, las perdiera, Podemos perdería fuelle entre nosotros, porque una cosa es ganar encuestas y otra elecciones. Si gana, Podemos relumbraría como la luz guía para nuestro futuro. Si Syriza en el gobierno hunde Grecia, percibiríamos que Podemos hundiría España y no la votaríamos. Si Syriza tuviera la piedra filosofal y lograra mejorar la situación en Grecia, Podemos alcanzaría una mayoría absoluta en las próximas general.
Somos Grecia y Podemos es Syriza. Votamos en enero y percibimos esa elección como algo determinante para nuestro futuro. Al fin y al cabo, España está entre Italia y Grecia, y estamos más cerca mental, política y económicamente del Mediterráneo que del mar del Norte y el Rhin.
El origen de la cultura occidental es griego. Ahora, más que nunca, volvemos a ser Grecia, mientras pensamos que votaremos a final de enero…
Manuel Pimentel
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