Tsipras, el griego, afirma que Europa no puede obligarle a renunciar a sus propuestas porque han sido validadas en unas elecciones democráticas y porque nadie puede entrometerse en su soberanía. Los de Bruselas le responden que la democracia griega no puede imponerse sobre el resto de democracias europeas, igualmente dignas, al fin y al cabo, y que el asunto no es cuestión de soberanía sino de finanzas. Que los griegos pueden gastar su dinero en lo que quieran, pero lo que no pueden pretender es que el resto de los europeos se lo paguen. Así que, si quiere seguir recibiendo más dinero, tendrá que cumplir una serie de condiciones a pesar del resultado electoral. ¿Podrá el flamante premier griego solucionar ese grave dilema? Si permanece fiel al programa que le llevó hasta el poder, Europa no le dará ni un euro y tendrá que suspender pagos en el mejor de los casos o irse del euro, en el peor. Y si quiere pactar para salvar los muebles, traicionará su discurso y defraudará a sus votantes. Aunque los programa se hacen para no cumplirlos, según las palabras del profesor Tierno, la decisión debe ser dura y compleja.
Lo más probable, es que finalmente se intente ir por la calle de en medio, cediendo bastante y manteniendo algunas de las banderas que le permitan salvar mínimamente la cara. De alguna forma, Tsipras intentará encontrar la fórmula que consiga aunar los dos extremos: conseguir gastar mucho más dinero público, por una parte, y que el resto de los europeos se lo paguemos, por otra. ¿Es esto posible?
No parece fácil el empeño, como tampoco lo fue en la historia. Y lo que es válido para la política, también lo es para la ciencia. Dos películas sobre ciencia y científicos, La Teoría del Todo y The Imitation Game arrasan estos días en las pantallas. La primera aborda la vida de Stephen Hawking y la segunda la de Alan Turing, uno de los padres reconocidos y más venerados de la actual informática. Las salas abarrotadas certificaban un evidente interés del público por la divulgación científica básica y la aventura sobre el filo de lo desconocido.
En la Teoría del Todo, Hawking busca infructuosamente la fórmula que logre explicar tanto la realidad cuántica- válida para las partículas – como la Teoría de la Relatividad General de Einstein – útil para entender los misterios del universo -. Entre esa realidad cósmica y la cuántica nos encontraríamos nosotros, esclavos de nuestros sentidos y cabalgando sobre las herramientas que el bueno de Euclides postuló y que el huraño de Newton consagró con su Ley de la Gravitación Universal. Todavía no lo ha conseguido, y la pléyade de partículas subatómicas sigue comportándose caprichosamente, según unos apenas vislumbrados principios cuánticos. Las leyes generales son difíciles de encontrar, como bien comprobó el mismísimo Einstein, obsesionado, y también sin éxito, en lograr formular una Teoría de Campo Unificada que explicase al tiempo las leyes de la gravitación y del electromagnetismo.
Quizás Tsipras logre lo que hoy se nos antoja imposible, que el resto de europeos pague sus promesas electorales. Pero, visto el fracaso de Hawking y Einstein en esto de las leyes englobadoras de realidades distintas y distantes, lo más probable es que fracase y que tenga que envainársela o que, en caso contrario, directamente prepare a Grecia para salir del euro. Ya veremos. Ojalá, lleguemos entre todos pronto a un acuerdo, que, hoy por hoy, no parece fácil ni factible.
EinstLUCAE PACIOLI. DIVINA PROPORTIONE. Nihil est in intellectu quin prius sit in sensu. “Nada hay en el intelecto sin que antes haya pasado por nuestros sentidos”
Manuel Pimentel
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