Aunque el escaso tiempo disponible me impide devorar tantas novelas como en mi juventud, confieso que “La Lealtad de los reptiles” (Amarante, 2015) me atrapó hasta leerla de un tirón, debido posiblemente a mi notoria pasión por los entornos del poder, las leyes y la lucha contra la corrupción.
Se trata de una novela de un género vivo y actual, el thriller político-policiaco. Tres en uno. Como su autor, Fernando Huertas ( profesor, guionista y director de cine). Es un thriller porque el suspense atenaza al lector desde el comienzo. Es político porque las maniobras políticas y los resortes del poder son el marco de la obra. Y es policíaco porque la trama parte de una muerte inexplicada y la actividad de pesquisa policial.
Sin embargo es algo mas que eso. Algo atractivo y formativo…
1. El marco de la obra es la ciudad de Madrid, por donde se mueven los personajes por edificios, avenidas y vías emblemáticas, lo que dota de familiaridad al lector. Enseres, vehículos y estancias son descritos con sencillez pero rotundidad, con protagonismo de ordenadores y artilugios de última técnica.
Parafraseando la conocida novela de James Ellroy, estamos ante un Madrid “Confidencial” por el persistente trasfondo en la ciudad y sus alrededores de las noticias, los rumores y las sospechas.
2. Los personajes asoman al escenario de forma progresiva, con escaso número (lo que impide que el lector se pierda con el “quien es quién”) y bien trazados, lo que facilita su visualización, comprensión y seguimiento. Todos los personajes exhiben alma y emociones, y según les ha tratado la vida a cada uno, aflora bondad, codicia, malignidad o desencanto.
El lector se siente cómodo caminando con el periodista embutido en laberintos domésticos y profesionales, muy comprensivo con la prostituta ucraniana, sensiblemente triste ante las vicisitudes del policía veterano y como no, hostil frente a los personajes grises y maliciosos que pululan por la obra.
3. La obra no escatima tretas legítimas para captar al lector. A veces ofreciendo la sorpresa brusca que deja al lector suspendido y sin trapecio. Otras arrojando pistas para invitar al lector a que atraviese el campo de minas de sorpresas que le acechan. Tampoco falta el truco escénico consistente en apear del pedestal a los dioses con referencias a la venalidad de los jueces o la corrupción de los jerarcas políticos; también engancha la descripción vívida y seductora de personajes y momentos que cargan la escena de erotismo tan limpio como intenso.
Y con esos peldaños la obra avanza hasta la desembocadura donde se nos ofrecerá la ingeniosa clave, una especie de “jaque” al intrigado lector, quien finalmente verá desvelado y explicado el goteo de sorpresas y sucedidos, completando un mosaico perfecto. Pero no nos engañemos, cuando creemos que todo encaja, el derrotero final de la obra nos vuelve a sorprender de forma mas suave pero también mas agridulce.
Y es entonces, tras suspirar al voltear la última de las casi 300 páginas, cuando se mira nuevamente el título “La lealtad de los reptiles”, como quien examina la caja en que venía envuelto el sabroso pastel y se comprende que encierra la cruel moraleja de cierta clase política, aunque eso sí, la novela se cuida mucho etiquetarla con partido político alguno, demostrando que los reptiles no entienden de ideologías.
4. En su lectura no pude menos de recordar aquélla reflexión sabia de que “a las cimas de las montañas sólo llegan las águilas y los reptiles”. Y añado, cosa curiosa, porque ambas especies son enemigos natos y salvo en la bandera mexicana (donde el águila acaba con un reptil) lo cierto es que la carpa de la vida política cobija gente lúcida y gente malvada, aunque ambos rasgos no son incompatibles en la misma persona. Y entonces estos políticos lúcidos y malvados son los que nos hacen creer que sirven al sistema cuando realmente es el sistema quien sirve a sus fines.
Pues bien, la novela comentada nos ofrece un buen entretenimiento y una visión del riesgo que propicia la mala política y los malos policías cuando acompasan el paso.
Buena lectura en los tiempos que corren la que nos ofrece Fernando Huertas, resultando mas oportuna que oportunista. Y sobre todo, que sabe a poco.
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