miércoles, 30 de junio de 2010

Café para todos

Ahora resulta que café para todos. Los Ayuntamientitos somos los hermanos pobres que nos vemos abocados a la miseria y a apretarnos el cinturón aun más (aunque no el de castidad porque nos siguen dando por todas partes). Da lo mismo haber administrado bien, haber gastado sólo cuando teníamos y hasta allá donde podíamos, haber sujetado los gastos corrientes durante muchos años, haber tenido unas nóminas contenidas y a veces esqueléticas, no haberse endeudado nada o casi nada. Sí, da lo mismo. Ahora viene el tío Paco con las rebajas y el trato pasa a ser el mismo para todos. El Gobierno, quizás pensando en su propia forma de actuar, ha llegado a la conclusión de no queda ningún justo como en Sodoma y Gomorra. Todos parecemos haber vivido en el dispendio irresponsable. O bien quizás no han querido hacer distingos para no complicar aun más la norma, cosa que no hubiese importado demasiado, porque, dicho sea con todos los respetos, el Real Decreto Ley 8/2010 es un churro críptico, enrevesado y que sin duda va a dar un sustancioso juego en los tribunales de justicia, que como no tienen nada mejor que hacer, se dedicarán en breve a estudiar la correcta aplicación de la norma. Menos mal que nuestro ordenamiento jurídico impone a los jueces decidir una cosa u otra, pero decidir. Porque muchos jueces preferirían poner tornillos en una cadena de montaje que verse en marrones semejantes. Si yo fuese Juez quizás saldría corriendo. En empandullo parece que va a llegar al Tribunal Constitucional porque algún Ayuntamiento grande ya ha anunciado que eso de que no le dejen endeudarse en 2012 atenta contra la autonomía local.
Pues miren ustedes. En mi Ayuntamiento tenemos un endeudamiento que no llega al 5 % de los recursos ordinarios. Los sueldos son mucho más bajos –con diferencia- que en otros Ayuntamientos, por poner un ejemplo del de la capital y del de los empleados de las Diputaciones. De beneficios sociales colaterales, ni hablemos, no tenemos apenas nada. Y no es lo mismo bajar un 5 % sobre una cantidad alta que sobre otra no tanto. Como dice un amigo, dame sueldos suecos o alemanes y servicios suecos y alemanes  que ya pagaré impuestos sobre ellos. La cantidad que quede en mi bolsillo siempre será alta o al menos suficiente.
Así que nos aplican criterios generales para todos. Y lo más gracioso. El Estado sigue campando por sus respetos, endeudándose lo que le da la gana, sólo con el control que él mismo cree conveniente o que consigue despistar ante Europa, y despilfarrando en gastos absolutamente estúpidos. Por no decir de las Comunidades Autónomas.
Y para rematar la faena resulta absolutamente indignante el control preventivo del endeudamiento que las mismas hacen a los Ayuntamientos (sí, ya sé, es la norma), pidiendo datos y más datos para comprobar déficits o superávits, deudas vivas o moribundas, remanentes y no se sabe cuántas cosas más, para que autoricen o tomen razón de las nuevas previsiones de endeudamiento, mientras vemos que ellas mismas se aplican las normas como mejor les viene y se ajustan (o no) a las normas. Al final un probe desgraciado Ayuntamientito tiene la culpa de todos los males del país. Ridículo, simplemente.
Paradigmático que Cataluña haya acudido recientemente al crédito y las entidades financieras no le hayan prestado las cantidades que solicitaba ni mucho menos, sino unas muy inferiores. Mientras todos hacen dejación del ejercicio de competencias o se atribuyen unas que no les corresponden. Porque a título simplemente ejemplificativo ¿cuánto cuestan las delegaciones o embajadas catalanas en el exterior? ¿Cuánto cuestan los informes externos que continuamente encargan a gente afín al objeto de poder compensar económicamente no-se-sabe-qué.? ¿Cuántos asesores de pacotilla hay pululando por los gabinetes de altos cargos en casi todas las CCAA?
Como discutía el otro día con una Concejal. No me importa excesivamente que me bajen el sueldo; si todos debemos esforzarnos, lo  haremos. Lo que no soporto es que se sigan perpetrando continuas  injusticias, gastos estúpidos y desmanes económicos sin control.
¡Que buenos caballeros seríamos  si tuviésemos buenos señores…!
Ignacio Pérez Sarrión   

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