lunes, 15 de noviembre de 2010

¿Los políticos como problema?

Sorprendente, una de las últimas encuestas realizadas y publicadas por el CIS indica que la tercera mayor preocupación para los españoles son los políticos o, por ser más exacto, la “clase política”. Bien es cierto que la preocupación está a bastantes puntos de distancia de la primera preocupación, que es el paro y de la segunda, que es la crisis económica, pero no deja de sorprender que la existencia de políticos sea más preocupante para la ciudadanía que un posible atraco al doblar la esquina o el problema de la vivienda.  Los curiosos pueden examinar la encuesta en http://www.cis.es/cis/opencms/-Archivos/Marginales/2840_2859/2843/e284300.html
Una atenta lectura de la encuesta revela sin lugar  dudas el desánimo general que existe. Existe una depresión social generalizada si es que algo así puede existir. Además todos los líderes, estén en el poder o en la oposición y sin distinción, suspenden sin ambages en la valoración que los ciudadanos hacen de ellos.
Y precisamente, me ha inquietado que una de las mayores preocupaciones ciudadanas sea que haya políticos. O mejor dicho y para ser más exacto, “la clase política, los partidos políticos” como se dice literalmente, es el tercer gran problema, después del paro y de los problemas de índole económico.
No se pueden concluir más que dos cosas posibles: a) Que por fin haya triunfado el espíritu de Bakunin y Montseny y todos deseemos un no-sistema anarquista. b) Que los ciudadanos estén hasta el gorro de las personas que detentan el poder o aspiran a ello o mejor dicho, de su comportamiento.
Evidentemente parece más probable la segunda de las opciones.
Sin embargo los políticos son necesarios, negarlo es absurdo. Alguien debe ser elegido democráticamente y debe dirigir el país, la comunidad, la ciudad, el pueblo, hay que tomar continuamente decisiones de convivencia. Pero estas personas tienen la reputación por los suelos, lo que es normal. Cuando los problemas crecen cada día y el ciudadano se queda en el paro o pierde poder adquisitivo o se empieza a preocupar seriamente, dirige un sentimiento de ira hacia otros. Piensa que él estaba trabajando, estaba haciendo las cosas bien y de repente se ha visto en la calle, no comprende eso de la crisis financiera global, el problema bancario o la burbuja inmobiliaria. Lo único que de repente tiene, es nada. O, en el mejor de los casos, mucho menos de lo que tenía. Y a continuación piensa otras dos cosas: a) Los españoles debemos ser los más tontos del mundo mundial ya que doblamos la media de paro de la UE, somos los últimos. Y alternativamente, b), si no admitimos que somos más tontos que nadie, es que los que tienen que crear las condiciones para que se cree riqueza lo están haciendo fatal. Y dirige su pensamiento automáticamente hacia la “clase” política (olvidando a veces que todos tenemos también nuestra responsabilidad). De inmediato ve que no son capaces de tomar las decisiones adecuadas para sacarnos del atolladero y que además viven muy bien, por lo que concluye que en realidad les importa un pimiento –con perdón- si el ciudadano es más pobre o se ha quedado en el paro. Sólo harán aquellos que les asegure votos o dicho de otra forma, le mínima pérdida de votos. Lo que les importa es, en primer lugar y por encima de todo es mantenerse en el poder. Y segundo, mantener cuantas más ventajas, mejor. Esta creo que puede que sea la visión generalizada que tiene el personal de la situación. Algo tendríamos pues que hacer para volver a valorar positivamente a quienes nos dirigen, aunque los primeros que deberían quizás hacer algo son ellos mismos.
Así que nos encontramos con que los ciudadanos caen en la desesperanza, no creen que haya dirigentes capaces de gobernar con sentido común y en beneficio de todos. El derrotismo y el pesimismo se ha adueñado del personal. Siendo que los políticos son absolutamente necesarios, se llega a considerar que lo mejor que saben hacer es nada. Primero el sistema nos arruina y luego nos socorre. Hasta que no haya ya con qué socorrer a nadie.
Ignacio Pérez Sarrión

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