martes, 10 de septiembre de 2013

El hundimiento de un Estado

Leo en el BOE del pasado sábado (31/8/2011) que han cesado al embajador de España en la República de Kiribati. Me lanzo a indagar sobre tan curioso destino profesional, ya que los embajadores ajenos a la carrera diplomática suelen preferir destinos terribles y sombríos ( Londres, Washington, Santa Sede, por ejemplo) y me quedo patidifuso al enterarme que la República de Kiribati es un país de las antípodas, formado por un archipiélago de islas en el océano Pacífico que tras un pasado colonial se alzaron como Estado independiente en 1979.
 Pero a la República de Kiribati la miró un tuerto. Dichas islas fueron escenario de guerras cruentas en la Segunda Guerra Mundial, pruebas nucleares en los años cincuenta, erupciones de volcanes y visita de huracanes siempre presentes, sufre superpoblación, su selección de fútbol jamás ganó un partido oficial, el agua potable frecuentemente se contamina, y por si fuera poco, la subida del nivel del mar amenaza con hacerla desaparecer por completo bajo sus aguas como consecuencia del calentamiento global, por lo que su Presidente está buscando países que adopten a los ciudadanos, con la sola respuesta positiva de Nueva Zelanda.
 Menudo panorama. Debemos aprender de ello.
1. Sirva el ejemplo crudamente real, por aquello de la conocida fábula  de Calderón de la Barca ( “ Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba…”) para obligarnos a admitir que debemos sentirnos afortunados con el Estado que nos ha tocado vivir. Las cosas van mal en España pero pueden ir a peor. Los españoles debemos evitar que la torpeza política y la crisis económica nos empujen al desánimo y nos aparten de la loable finalidad confesa de forma tan simple como maravillosa en la Declaración de Independencia americana de 4 de Julio de 1876, consistente en el derecho irrenunciable a la “búsqueda de la felicidad”.
 2. Para ello, se necesita seriedad y coraje político, entendido como la reforma o supresión de instituciones y/o leyes que se amparan en la inercia de un pasado floreciente, en la burda moda de otros países o en la tontería de lo políticamente correcto.
 ¿Qué diría Rudyard Kipling? Si el Derecho constitucional se tambalea; si el Tribunal Constitucional padece mal de altura; si la imagen de la Monarquía hace aguas; si las Comunidades Autónomas se han convertido en vacas sagradas que rumian mas que producen; si el Derecho Penal “da pena”; si la Economía dicta el Derecho; si la Justicia se convierte en experimento político sujeto a peaje y coloca a los abogados “a extinguir”; si los servidores públicos sufren desencanto; si los ciudadanos se mueven entre la desesperación y la perplejidad… algo habrá que denunciar y algo tendrá que cambiar, hijo mío.
 3. Los Estados no solo se hunden por los fenómenos naturales sino por la torpeza política. Decía Miguel de Unamuno que “La cobardía, la pordiosería y el silencio canallesco son las tres virtudes de esta nuestra España de Romanones” (Revista España, 5 Mayo 1916). No sé si resulta tan anacrónica la observación.

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